Alrededor de 400 millones de personas hablan el idioma español en todo el globo terráqueo. Pero indiscutiblemente que la cotidianeidad, las variables económicas y sociales, las influencias culturales , hacen que no se pueda hablar de un único idioma, sino de diferentes españoles, con acentos y acepciones que se convierten en el mejor testigo de la diversidad dentro de la unidad.
Es a los artistas actuales a quienes se les presenta la difícil tarea de, en un mundo globalizado como el de hoy, realizar una obra que tenga se entienda en el mundo hispanohablante. A veces escuchamos algunos artistas con palabras que únicamente las entienden en las barriadas ubicadas en la ribera de los ríos Ozama e Isabela, lo que los aíslas de un mercado de casi 400 millones de personas.
Debido a esta realidad idiomática, se hace tarea obligatoria para el que busca emitir un mensaje en español, tener la capacidad de elaborar un producto con tal tino, que por sus códigos idiomáticos, sea entendido en diferentes lugares a la vez. Se sabe a ciencia cierta que un chiste en Paraguay a lo mejor lo deja de ser en Honduras; igualmente que un rapapolvo en Argentina puede resultar otra cosa en El Salvador.
Tomemos como ejemplo la palabra san, que es usada aquí para referirse a una cantidad de dinero que se le entrega a una persona por cierto tiempo, para luego esa persona reembolsar todo el efectivo. Al famoso san nuestro en Bolivia le llaman pasanako, en Panamá le dicen susú, en Cuba le denominan la vaquita, en México tanda, mientras que en Guatemala le reconocen con el nombre de cuchubal y en Perú tiene el mote de la chancha.
Por eso es que, entendiendo este principio del idioma, el acierto del mensaje está garantizado.