Opinión

25 años de partida

25 años de partida

Madre mía!, el viernes 6 de febrero de 1988, hace 25 años, te marchaste al infinito, y tus labios pronunciaron tu último suspiro  en presencia de  tu idolatrada hermana Tía doña Luz, tu fiel  doctora y  médico humanista y sobrina, Anita Matos Nina, y otros familiares.

25 años, pareciendo ayer, o talvez hoy, porque vives en nuestros corazones, somos sangre de tu sangre. Te marchaste envuelta en la majestuosidad de tu estirpe, moral, honradez y en la sabia fecunda de tus enseñanzas de grandiosa educadora, que ni los tiempos podrán borrar jamás.

Legaste a San Cristóbal, a tus padres, hijos, hermanas, hermanos,  familiares y al país, tus ejemplos inmarchitables, tu inmenso amor, la práctica del bien, aun en medio de precariedades padecidas durante cierto tiempo, y la sublime abnegación por tus hijos.

Adoraste a los tuyos con fervorosos ensueños, y a tu ingeniosa hermana Luz, quien acaba de cumplir 100 años, virtuosa maestra.

Nunca te ví enfadada, ni jamás diste pelas ni golpes, ni maltratos a tus hijos. Fuiste un ente de paz y ternezas, mi primera maestra junto a tía Luz, fuiste estandarte de la educación, como directora y profesora en la inolvidable Sección de Los Mineros, por 20 años; en la grandiosa Najayo arriba durante 12 años, en la Escuela Adventista de nuestro pueblo, 9 años, y en la casa donde vivíamos, ofreciste clases a niños y adolescentes por más de 41 años de tu noble ejercicio magistral.

Inolvidables preceptos enseñaste a tus hijos, Ana Luisa, María Teresa (Teté), Sonia, Siria, Roberto (PAPO) y quien esto escribe; Y y tu amor fecundo, y nos dejaste como divina herencia, la honestidad, el trabajo, la fe en dios y la insignia de tu nombre: Mercedes María Nina, faro de luz, y te juramos una vez más, que no traicionaríamos esa gloria herencia convertida en majestad.

Fuiste mi consejera, secretaria, mi gran amiga!”

Tú no has muerto, dice Gonzalo Báez Camargo. “Hoy que el tiempo ha pasado,  como siento no haber recogido de hinojos, tu mirada postrera con mis ojos y con mis labios tu postrer aliento.

Talvez, próximo al fin, con voz  quedita me llamaste queriendo despedirte, y yo no estaba ahí para decirte. ¡No te vayas tan pronto mamacita!, pero más luego al mirar tu caja aún abierta, una voz interior me daba calma, y me nació en lo íntimo del alma la convicción de que no estabas muerta. Viva estás para mí. Ni tus cenizas cubren el sagrado fuego en que  me inflama, viva estás para mi, porque te amo, y el amor a los muertos eterniza. ¡El amor es más fuerte que la muerte! Tú nunca has de morir mientras yo viva.

El Nacional

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