Editorial

    25 de Noviembre

    25 de Noviembre

Cuando Rafael Trujillo Molina, entonces amo de horca y cuchillo de lo que entendía de un país que creía era su feudo personal, ordenó el triple crimen contra Patria, Minerva y María Teresa Mirabal, no sabía que, además de promover el principio del fin de su régimen de oprobio, estaría creando el símbolo mundial de la violencia contra la mujer, celebración arraigada hoy en el mundo occidental.

Ese 25 de noviembre de 1960 significó mucho más que el martirio de esas tres mujeres y de su acompañante, Rufino de la Cruz, y la obvia pérdida de racionalidad en las medidas ordenadas por el tirano, cuya dictadura se expresaba en sus últimos estertores impregnados de sangre y dolor.

A 48 años del hecho que marcó la conciencia nacional, ya no es la represión ciega la que arranca la vida de las mujeres sino el ciego amor de los hombres, que mal creídos por las veleidades de su machismo ancestral, han matado este año no a tres, sino a 158 mujeres, en lo que parece una onda de violencia que no para mientes en las campañas de concientización, ni en las marchas de centenares de pobladores y funcionarios, por muy contundentes que resulten estas manifestaciones.

Parecería que hay ahora más violencia contra las mujeres y que la cantidad de muertes femeninas, o feminicidios, desafían con sorna los resultados de todos los eventos, talleres y conferencias internacionales sobre el tema.

¿Cómo se podrá decir para que se entienda? ¿Hasta dónde llegará esta espiral de sangre y posesividad mal entendida?

Penoso

 No es como para sobredimensionarlo, pero el asalto el domingo en los alrededores del Faro a Colón de una turista japonesa, quien durante la acción fue herida en la cabeza, es un caso que exige no sólo ser aclarado, sino redoblar la seguridad en torno a las zonas de interés turístico.

Al apartarse de las decenas de japoneses que visitaban la obra, Zuziki Matsumi fue despojada de una cámara digital y lanzada al suelo durante el forcejeo con un delincuente que ojalá y a estas alturas haya sido aprehendido y esté en camino de la justicia.

Si bien la delincuencia callejera es alarmante, ojalá que el lamentable incidente no haya opacado la impresión de los dominicanos y de Santo Domingo tanto de la víctima y como de los alrededor de 500 japoneses que el domingo recorrieron la Zona Colonial y otros puntos históricos de la ciudad.

Vaya la más sentida disculpa para Matsumi y los nipones que honraron y engalanaron con su presencia este punto del Caribe al que llegaron por varias horas en el crucero Mona Lisa, que ancló en el puerto turístico Don Diego. Y que en Venezuela y los demás lugares nada tengan que lamentar.                                  

El Nacional

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