Convertido en apenas un recuerdo que con el tiempo se esfuma, y con el innoble olvido oficial, pocos dominicanos recuerdan y conmemoran mañana el 60 aniversario de la expedición de Luperón, considerado el primer intento bélico para derrocar la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina.
La gesta de 1949, en la que seis dominicanos murieron y otros nueve fueron torturados, vejados y encarcelados, al parecer pasará sin penas ni gloria, este 60 aniversario, ya que no se conocen de actos oficiales ni de fundaciones patrióticas a desarrollarse mañana.
Eran las 7:00 de la noche del 19 de junio de 1949 cuando el ruido del motor de un avión hizo que los habitantes de Luperón, atemorizados, se refugiaran en sus casas. Había llegado el primer avión de tres que salieron desde Guatemala.
Los otros dos aviones, modelos C-47, se extraviaron en la ruta y aterrizaron en la isla mexicana de Cozumel donde fueron detenidos y se les impidió retomar vuelo a República Dominicana.
El único avión que llegó fue un Catalina, que por tratarse de un hidroavión amarizó sin dificultad en la playa La Gracia, en Luperón, Puerto Plata, después de un viaje de once horas.
En esta nave llegaron Horacio Julio Ornes Coiscou, quien comandaba el grupo; Federico Horacio Henríquez Vásquez (Gugú), Salvador Reyes Valdés, Hugo Kundhart, Manuel Calderón Salcedo, José Rolando Martínez Bonilla, Tulio Hostilio Arvelo y Miguel Angel Feliú Arzeno.
También Alberto Ramírez, Alejandro Selva y José Félix Córdoba Boniche, nicaragüenses; Alberto Leyton, de Costa Rica, y los aviadores estadounidenses Habett Joseph Marrot, George Raymond Scruggs y John William Chewning.
Los aviones retenidos en México eran comandados por el general Juan Rodríguez García, quien estaba supuesto a llegar por el Cibao, y el general Miguel Angel Ramírez, por la zona Sur.
Los informes periodísticos señalaron al soldado Leopoldo Puente Rodríguez, quien estaba de licencia, como el héroe que junto a un grupo de campesinos dispersó a los guerrilleros en Luperón.
Trujillo lo reconoció otorgándole la medalla del Mérito Militar, por encabezar la resistencia a los invasores.
Seis guerrilleros murieron, cuatro de ellos quemados dentro del avión, y los restante nueve fuieron encarcelados.
El doctor José Antonio Núñez Fernández afirma que el amarizaje ocurrió sin dificultad, pero que al llegar al pueblo de Luperón reinó la confusión entre los guerrilleros ante la hostilidad de la población, produciéndose algunos tiroteos entre los mismos expedicionarios.
Núñez Fernández narra que Alfonso Leyton murió de un balazo en el cuello; Hugo Kundhart y Alberto Ramírez se enfrentaron a tiros, éste murió y Kundhart resultó herido.
Ramírez y Kundhart fueron llevados al avión que permanecía en la playa, con otros dos guerrilleros heridos, pero minutos después un destructor de la Marina disparó a la aeronave que se incendió.
El grupo que vino por Luperón contaba con el respaldo de varias celulas clandestinas de la resistencia que operaba en Puerto Plata, pero nunca pudieron hacer contacto ni recibir apoyo.
Esto provocó que la misma noche de la invasión decidieran entregarse a las fuerzas trujillistas en aras de conservar la vida. Después de la expedición varios fueron apresados.
Quemados en el avión
El cadáver de Ramírez y del herido Kundhart fueron llevados al avión que permanecía en la playa con otros dos guerrilleros también heridos, pero minutos después un destructor de la Marina disparó contra la aeronave que se incendió y calcinó a los cuatro que estaban dentro. Al día siguiente la dictadura exhibió como un trofeo de guerra los cuerpos calcinados