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A favor de la sabiduría

A favor de la  sabiduría

Entiendo la sabiduría como todo lo que se ha aprendido de algo, que si no nos ha servido para enriquecernos las experiencias, no nos sirve para detenernos a tiempo ante la estupidez de nuestros actos.

Digo mejor: como al renunciar a algo que hay que dejar que pase, porque no somos los mismos cuando lo decimos ni cuando nos quedamos callados, y mucho menos cuando queremos hacernos sentir, cuando todos saben, a veces, excepto nosotros, quienes somos.

Necesitamos la sabiduría como recurso de detenerse cuando hay que detenerse, no cuando cruzamos la línea.

Hay que dejar de ser joven para lo que nos conviene, sino para lo que les conviene a los que dependen de uno, a lo que son parte de uno.

Hay un culto peligroso a la juventud, al enriquecimiento, a la nota alta.

A los post grado, al doctorado, a un título debajo del brazo, y de que nos estamos olvidando, pienso, de que la línea está ante el próximo paso, ante el próximo deseo como sueño.

Nadie quiere llegar despierto a lo dizque que soñó, a lo que nos conviene. También el que nos va a descojonar dice: “Si Dios quiere”.
Yo prefiero callar, que no es un desaceleramiento, sino el recurso de toda la sabiduría, de todo el conocimiento universal.

No el no callar del habla, no, sino el de si somos o no acto para tal o cual cosa, para tal o cual promesa, para tal o cual actitud, para tal o cual: “¡por fin estoy donde tanto he luchado, ahora a lo mío!”.

Tiemblo de tan solo pensar esos cristianos de todos los tiempos, de todas las plegarias, de todas las guerras ante sus actos de sabiduría.

Conviene extraer la sabiduría de todos los actos humanos, de cualquier tentativa de maltratar a un animal, de enamorarse, de odiar.

Pienso de esta manera porque no estoy mirando hacia arriba, porque hace mucho tiempo decidí detenerme en buscar cosas o acumular cosas que después me arrastren hacia lo que no quiero ni he pensado, como tener o creer que tengo derecho a algo, que no sea a que hay que vivir, y no como lo quiere, a veces, mi violencia interior.

No niego, que a veces la complazco, pero sólo a solas, cuando ando detrás del silencio, o del que quiero que me mire y sonría, si quiere.
Sabiduría para con el más mínimo asunto, sintámonos o no satisfecho, o nos haya dejado algo en los bolsillos.

No sé cómo llegué a esta versión deprimente de la experiencia, pero me alegro por el que ha de leer esto, porque quizás ni yo mismo lo lleve a cabo. Esto también es sabiduría. Espero recordarlo.
El autor es abogado y escritor.

El Nacional

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