Opinión

A PLENO SOL

A PLENO SOL

La cobardía y la inacción de la mayoría silente, es  culpa de nuestros principales males. Es cuando una mayoría no tiene cabeza ni forma unitaria, y prefiere ponerse una cremallera sobre los labios, antes que ser agente de cambios.

La mayoría silente nunca tiene voz, solo voto. Decide elecciones cada cuatro años, respaldada por lo anónimo del voto.

La democracia de hoy no camina con una mayoría silente. El silencio es donde se incubaron los dictadores de ayer. El silencio es donde surge la prepotencia y los desconciertos presentes y futuros.

Cuando una mayoría no tiene un líder y vive dispersa, no tiene fuerzas para cambiar el curso de la historia. Cuando se desbordan las pasiones, un hombre heroico, nacido en el momento, parido por las circunstancias, se adueña de las voluntades y se levanta sobre la multitud de solitarios.

Los grandes dictadores de la historia levantaron su principal pedestal en los hombres sin voluntad. Los dictadores le dan a esa mayoría silente pan, tranquilidad y normalidad en la rutina de una existencia gris, pero a cambio le quitan su libertad.

Aunque sea con una venda en los ojos y una tira sobre los labios, esa multitud silente, es la mayoría. Solo falta que despierte, que tenga conciencia de su ser social. Esa misma mayoría silente es la que desesperada se lanza a las calles y hace pobladas y revoluciones.

El país carece de líderes, la mayoría son cabezas de grupos circunstanciales sin más fuerzas que el leve viento que apaga una vela. Los grandes líderes descansan en paz, el momento y la hora es la de ir forjando no a un valiente, sino a un visionario. Mientras, la mayoría silente seguirá de rodillas y en espera de que amanezca. Nada nuevo bajo el sol.

El Nacional

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