Opinión

A propósito de extorsión

A propósito de extorsión

Pedro P. Yermenos Forastieri

Qué pone de manifiesto, de manera fundamental, el homicidio del abogado Yuniol Ramírez? Aflige constatar que aun en situaciones límites como esa, la actitud ante lo ocurrido esté permeada por pasiones e intereses políticos.

Para los defensores, casi nunca espontáneos, de la actual gestión gubernamental, todo se reduce a un profesional del derecho dedicado a extorsionar funcionarios chantajeándolos con amenazas de incoar acciones judiciales de no obtemperar a sus requerimientos económicos, al tiempo de asumir posiciones públicas que simulaban combatir la corrupción administrativa. En síntesis, un exponente de la doble moral, como me dijo una amiga cuando conversamos sobre el tema.

Del otro lado, para los adversarios del gobierno y del PLD, muchas veces radicalizados, el asunto se circunscribe a una nueva manifestación de la corrupción generalizada en el sector público, seguida de la más descarada impunidad.

Intentemos ser objetivos. Ante todo, es preciso respetar la presunción de inocencia que protege a las personas aun después de su fallecimiento. Muchos de los indicios que han surgido y, sobre todo, el retiro inexplicable que el Lic. Ramírez hizo de algunas acciones que había iniciado me sugieren que, en efecto, se dedicaba al delito de la extorsión. Sin embargo, no basta afirmar que el fallecido incurría en esa práctica, eso hay que probarlo, quizás con mayor énfasis que si se tratara de alguien que pudiese defenderse directamente. Razones sobran para asumir esa precipitada tesis y usarla como campaña mediática que persiga ocultar lo principal.

En lo que respecta a la extorsión en sí misma y su valoración como justificación de conductas que pueden incluir nada más y nada menos que un asesinato, eso no resiste la más mínima ponderación. La única respuesta válida que puede ofrecer un sujeto víctima de una manifestación de extorsión, es acudir ante las autoridades correspondientes a denunciar el hecho e incluso iniciar acciones tendentes a que se produzcan las consecuencias correspondientes ante un hecho de naturaleza penal como ese.

Aun siendo innecesario por obvio, no sobra decir que de esa forma actúa quien se siente seguro de sus actuaciones y no teme someterlas al escrutinio público y está dispuesto a que su caso se dilucide por encima de cualquier subterfugio.

Reaccionar participando en negociaciones para que la amenaza no se concretice, y lo que es peor, recurrir a violencia extrema contra el chantajista, no hace más que probar la veracidad de los elementos que sustentan la extorsión.

El Nacional

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