Opinión

A rajatabla

A rajatabla

Los temores que embargan al presidente  del Consejo Nacional de la Empresa Privada en torno a los efectos políticos y económicos que tendría la venta a Venezuela de una porción accionaria de la Refinería Dominicana de Petróleo (Refidomsa), indican cuan urgente resulta replantear el tipo de relación que debe prevalecer entre el Estado y el sector empresarial.

Lisandro Macarrulla cree que el país  correría un gran riesgo al vender a Venezuela el 49% de las acciones de Refidomsa, al extremo de que  en algún momento se  paralizaría el suministro de petróleo o  alejarse la inversión extranjera.

Ingresa al pantanoso terreno político para tratar de invalidar esa negociación con el peregrino argumento de que   Hugo Chávez adversa “a la iniciativa privada” o que la vinculación del gobierno dominicano con  Chávez reduciría la confianza que deben tener inversionistas foráneos en la economía nacional.

Esos señalamientos, de naturaleza política, no se corresponden con la moderación que debería  caracterizar al principal dirigente de la cúpula empresarial, menos aun al referirse a una empresa, que como Refidomsa, estuvo virtualmente secuestrada durante 37 años por la Shell.

En vez de advertir sobre lo peligroso que sería un negocio de ese tipo con el gobierno venezolano,  el ingeniero Macarrulla debería evitar que su discurso se asemeje al de   Pedro Carmona, aquel líder patronal que encabezó el golpe cívico militar contra el presidente Chávez, quien duró en Miraflores menos que cucaracha en gallinero.

Venezuela invierte en  proyectos de exploración, refinación y distribución de petróleo  con Estados Unidos, Brasil, Colombia, Cuba, Dominica, Jamaica, Curazao y otras naciones, sin que peligre la soberanía o se aleje  la inversión extranjera.

Ningún negocio más provechoso que la venta por 130 millones de dólares -valor de tasación- del 49 por ciento de Refidomsa a Venezuela, no sólo por lo bien vendido, sino por  las razones de que  el adquiriente  de esa porción accionaria no va a controlar las operaciones de la empresa y -en cambio- aportaría capitales, seguridad de suministro y transferencia tecnológica.

 

No estaría mal que el ingeniero Macarrulla gestionara  con el empresariado local una oferta mejor a la ofrecida por Venezuela, sobre todo en las particularidades de adquirir la porción minoritaria, renunciar al  control de la empresa y aportar capital para su ampliación.

El ingeniero Macarrulla no ignora que  inversionistas locales intentaron adquirir  la  porción  accionaria  que poseía la Shell en Refidomsa por 183 millones de dólares, pero con el único propósito de imponer un monopolio privado que privilegiara  la importación de derivados procesados.

El Nacional

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