Aquel domingo de septiembre de hace 41 años, Taján Martínez me inscribió en el Comité de base número 9 de la Zona A del PRD, cuyo local estaba ubicado en la casa 46 de la calle Damián del castillo 46, en mi viejo barrio de San Carlos.
Por pura coincidencia, cuando renuncié para seguir los pasos de Juan Bosch, en 1973, quedé inscrito en el Comité de base 9, pero del Comité Intermedio Rafael Tomás Fernández Domínguez, del Partido de la Liberación Dominicana, que abarca los barrios Capotillo, Simón Bolívar y Luperón, feudos de la Zona P, del partido blanco. Había cumplido 19 años.
Los perredeístas que pasaron al PLD obtuvieron la categoría de miembros, pero de ahí en adelante para conseguir tal distinción se requería estudiar y unificar criterio en torno a 21 folletos sobre historia, sociología, política, organización partidaria, ética e historia sobre nacimiento y evolución del estado haitiano.
Luego se instituyeron los comités patrióticos y populares, como eslabón menor, que aglutinaba a los militantes, desde dónde salían los aspirantes a integrar un círculo de estudio con aspiración a convertirse en miembro. Juan Bosch decía que el PLD era un partido de oficiales valientes, conscientes y disciplinados, con capacidad para dirigir al gran ejército que es el pueblo dominicano.
Es por eso que la condición más elevada en el PLD era la de miembro.
El periódico Vanguardia del Pueblo, del cual yo era redactor, cumplía la misión de educar a las masas y de movilizar a los miembros del partido que debían discutir su contenido con sus lectores, especialmente las páginas centrales, donde se publicaban los trabajos de Juan Bosch.
Además de secretario general de ese comité de base, redactor de Vanguardia y locutor de La Voz del PLD, cumplía yo la tarea de mandadero de don Juan, lo que me mantenía vinculado al partido la mayor parte de mi tiempo, más después que el compañero me asignó una Safari, con la cual me movilizaba con facilidad.
Un día le expuse a don Juan lo difícil de unificar criterio entre los integrantes de mi comité de base, que era, además de yo, un dentista, una profesora, el dueño de una fábrica de zapatos, y un dirigente obrero, quienes discutíamos acremente por cualquier cosa. La solución que me ofreció el profesor, la expuso de manera ampliada en una serie de artículos sobre disciplina, los Métodos de Trabajo.
La única manera de poder conciliar dentro del Partido a las distintas expresiones de la pequeña burguesía sería bajo la consigna de que todos los miembros respeten los Métodos de Trabajo, como niñas de propios ojos. Un buen consejo que hoy no se aplica en el PLD.