Ricos versus burgueses
Todavía se discute si en República Dominicana opera ya una clase gobernante o si el rol de ese ente dirigente sólo alcanza al de clase dominante, como lo definió hace más de cuatro décadas el profesor Juan Bosch. Por el discurso y praxis de las élites empresariales, puede decirse que el nicho de clase gobernante aun está vacante o vacío.
William Domhoff, en su libro Quién gobierna en Estados Unidos, define clase gobernante como una clase social superior que recibe una cantidad desproporcionada del ingreso del país, posee una cantidad desproporcionada de las riquezas del país y facilita una cantidad desproporcionada de miembros a las instituciones de control y a los grupos claves en la adopción de decisiones en dicho país.
La clase dominante podría definirse como la comunidad de hombres de negocios, cuyo dominio de las estructuras productivas no guarda relación con los niveles de influencia en la conducción del estado y sus políticas.
Bosch era del criterio hace ya muchos años que como ente político la burguesía dominicana era prácticamente inexistente, pues sus integrantes o miembros carecían de conciencia de clase, al igual que los trabajadores. Todo eso se resume en señalar que una comunidad de gente rica, no necesariamente conforma una clase burguesa.
Más de cuatro década después, puede decirse que el número de ricos ha aumentado desproporcionadamente, pero en esa misma medida ha disminuido desproporcionadamente el número de burgueses.
Al hecho de que todavía las élites empresariales no hayan superado su condición de comunidad de hombres de negocios y que por esa razón no se ha erigido una burguesía en clase gobernante, se puede atribuir el discurso disperso y contradictorio de no pocos gremios y líderes empresariales.
Un buen ejemplo de lo antes expuesto han sido planteamientos de grupos de empresarios en torno a la crisis económica, endeudamiento público y al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, cuyos contenidos reflejan más intereses partidarios que corporativos.
Durante mucho tiempo, el discurso empresarial se centró en la necesidad de que el país concertara con el FMI, pero una vez concertado ese convenio, se alarma por la cantidad de recursos que generará al país y sobretodo porque no habrá restricción en el gasto de capital. Una clase dominante apoyaría el programa de inversión pública para reactivar la economía, pero intereses dispersos de gente de negocios, abogan por mayores restricciones en los desembolsos públicos. No es lo mismo un rico que un burgués.