Así como a otros les asiste el derecho de postular que el gobierno actual no llena las expectativas ciudadanas, reivindico el mío de proclamar que el presidente Danilo Medina encabeza una gestión socialmente revolucionaria y políticamente ética, a la cual la ciudadanía debe adherirse con el más elevado sentido de conciencia y confianza.
Comparo, con distancia guardada, la administración del licenciado Medina con otras del continente definidas como progresistas, tales como las de Evo Morales, en Bolivia, Rafael Correa, en Ecuador, Felipe Maduro, en Venezuela y Dilma Rouseff, de Brasil.
Comencemos por decir que esas cuatro naciones poseen enormes recursos naturales. La República Dominicana carece de esas fuentes de enormes ingresos o de generación de materias primas indispensables para promover la industria liviana, pesada y de gran tecnología, por lo que la dependencia nuestra respecto a las grandes metrópolis imperios es mil veces mayor que las de Caracas, La Paz, Brasilia y Quito.
Aun así, el presidente Medina aplica o encamina un tipo de gestión de gobierno basado en el principio de justa distribución del ingreso y, tal y como lo hacen Maduro, Morales, Correa, Dilma y Maduro, mantiene una correa de transmisión directa con su pueblo.
La diferencia entre Danilo y esos estadistas de mentalidad progresista o revolucionaria, ha sido que el mandatario dominicano ejecuta una revolución social a la velocidad permitida por las circunstancias. Danilo, en su forma de gobernar se parece a todos y a ninguno de sus colegas mencionados, lo primero porque, como ellos, procura irradiar justicia social, pero, al no poseer las riquezas ni los recursos que ellos administran ha tenido que transitar por un camino más pedregosos, pero también más tranquilo.
Aquí se el Gobierno tramita títulos definitivos a miles de pequeños y medianos parceleros, una gestión que en Brasil o Bolivia requiere de una gran revolución agraria, quizás con las armas en las manos; aquí, el Presidente procura por vía de la democratización del crédito, crear una nueva legión de capitalistas, lo que resulta difícil encaminar en Venezuela.
El presidente Danilo Medina no ha confrontado a la gran prensa, a pesar de que funge como filial de los grandes intereses corporativos, contrario a Rafael Correa que cree llegado el momento de democratizar la propiedad de los medios de comunicación, pero el mandatario respalda el derecho de los periodistas y de la población a promover formas de libre expresión y de acceso a la información.
El presidente Medina forja y estimula un tipo de revolución social y de ejercicio ético de gestión pública basada en la transparencia, en la ética y la moral, que poco tiene que envidiarle a los hermosos proyectos revolucionarios de Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela.