Opinión

A RAJATABLA

A RAJATABLA

Las aspiraciones que afloran en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) por la candidatura presidencial son provechosas, legítimas y un sano ejercicio de democracia interna, siempre que los pretendientes respeten reglas elementales de competencia y prudencia y que  las promociones de esas opciones no atenten contra la unidad interna del partido o frente al Gobierno.

Aunque un puñado de dirigentes, la mayoría miembros del Comité Político, se acomodan en la gatera para  emprender carrera hacia la conquista de la candidatura, ninguno está autorizado a intentar llegar primero a la meta sobre la base de trapisondas o juego sucio, porque además de  constituir una conducta alejada de la ética, obtendría seguro rechazo de la mayoría peledeista.

Se sabe que  el Comité Central seleccionará entre los  aspirantes a los que tendrían derecho a participar  en una contienda oficial y abierta. Por tanto, no son todos los que están  ni estarán todos los que son.

La militancia peledeista y la ciudadanía en sentido general aspiran a una contienda interna basada en  promesas acorde con las urgencias nacionales, con la propuesta de nación que postula esa organización, con mensajes alentadores exentos de diatribas hacia los competidores y que se borre todo vestigio de clientelismo político.

El PLD esta compelido a evitar el contagio del cólera divisionista que  afecta al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que penosamente  se asienta como crónico en la anatomía perredeista, pero es menester advertir que  el cuerpo morado no es inmune a ese mal que  padeció hace muchos años.

Todo el que  aspira abierta o secretamente a la candidatura del PLD debería saber que  la mejor garantía para que ese partido  permanezca en el poder más allá de 2016, es que el gobierno de Danilo Medina pueda cumplir con las expectativas  que se ha hecho la población.

Esos  aspirantes no deberían olvidar nunca que  en el PLD cohabitan dos monstruos de la política contemporánea nacional: Leonel Fernández y Danilo Medina o Danilo Medina y Leonel Fernández,  en el orden que cada cual prefiera,  quienes tienen el mandato de la población de  consolidar un proyecto de nación que  consolide  el Estado Social Democrático y encamine una auténtica revolución social.

Esos monstruos tienen calidad y millaje político necesario para decidir el rumbo que debe tomar el PLD en las elecciones, aunque a las bases corresponderá  escoger sus candidatos, pero cualquier aspirante que  tire piedras contra esos altares estaría  condenado al ostracismo partidario.

Si esos monstruos políticos  halan la soga en la misma dirección, se cumplirá  el vaticinio de que el PLD  ostentaría la dirección del Estado por muchos años. La unidad del PLD se cimenta hoy principalmente en la coincidencia de propósitos políticos entre  Danilo y Leonel. Así de sencillo.

El Nacional

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