Opinión

A rajatabla

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El destino domínico haitiano

El descubrimiento de América o encuentro entre dos mundos, del que hoy se cumplen 522 años, se erige como uno de los acontecimientos medulares en la historia universal, del cual la Isla Hispaniola cumpliría un rol protagónico como recipiente primero de la cultura de dominación que los ejércitos conquistadores derramaron hacia tierra firme.

La isla sobre la que se asentaron República Dominicana y Haití fue tierra de primacías, a pesar de que el Almirante de la Mar Oceánica llegó primero a territorio de Las Bahamas, que nunca colonizó, fue la Hispaniola el centro o nervio de la conquista y colonización.

Más de cinco siglos después de aquella extraordinaria empresa impulsada, más que por presunción científica, por avaricia y ambición, la Isla de Santo Domingo, experimenta aun un angustioso periodo histórico caracterizado por la relación accidentada entre dos naciones y pueblos que comparten su limitado espacio.

Lo que hoy es la base cultural, antropológica y política del Estado nacional comenzó a cimentarse al otro día del segundo viaje de Cristóbal Colón, en 1493, por lo que esa cultura hispánica que hereda la población de la parte este de la isla data de 521 años, tiempo mayor que cualquier otra nación del continente.

Haití representa el primer Estado de América y quizás del mundo que nace del rompimiento de las cadenas de la esclavitud a que fue sometida una vasta población de inmigrantes africanos y sus descendientes por el imperio de Francia, que llegó a convertir esa posesión en una de las colonias más ricas de América.

Si se toma como punto de partida el episodio histórico conocido como Devastaciones de Osorio, en 1605, puede decirse que como enclave humano, antropológico, cultural y político, el hoy pueblo haitiano lleva en la isla 409 años, convertido en Estado desde 1804, cuando simultáneamente proclamaron emancipación e independencia.

El descubrimiento o conquista de América estuvo inmediatamente vinculado a la creación del gentilicio que 352 años después adquiere, mediante la proclamación de independencia, ribete de Estado y de nación.

Los pueblos haitiano y dominicano, con cuerpos antropológicos e históricos muy diferenciados, están compelidos a consolidar una relación de hermandad, unidad en la diversidad, basado en el respeto y preservación de sus respectivos activos de tradición y cultura, así como de sus ordenamientos jurídicos.

La garantía de convivencia armoniosa entre los dos Estados y pueblo comienza por un efectivo control migratorio y plena vigencia de los principios de solidaridad y amistad, sin que en ningún caso se olvide el lugar físico que la historia asignó a cada cual en la Isla Hispaniola.

 

El Nacional

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