Opinión

A rajatabla

A rajatabla

La mujer de mi amigo

 

Un buen amigo mío que reside en España disfruta junto a su esposa catalana unas vacaciones en la hermosa zona turística de la región este, lo que aprovechó para enseñarle a su mujer el batey de San Pedro de Macorís, donde él nació y se crió. La dama no observó esclavitud ni pobreza extrema de las que tanto le habían hablado.

Al relatar su impresión sobre esa visita, la catalana, mujer sensible, de pensamiento progresista, me dijo que lo que pudo ver en ese batey fueron comunidades de gente humildes que habitan viviendas modestas, que unos cuidan y otros mantienen en estado de abandono.

Desde hace muchos años se propaga por el mundo que aquí se ejerce esclavitud en perjuicio de haitianos que malviven en las más espantosas formas de explotación en bateyes y campos de caña, pero la mujer de mi amigo pudo comprobar que en esas comunidades coexisten dominicanos y extranjeros en condiciones similares.

Tuve la oportunidad de conversar sobre el tema con esa apreciada visitante que ha quedado fascinada con las bellezas naturales de Bávaro y Punta Cana, así como con el calor humano de nuestra gente, pero que deplora la extravagante forma de conducir del dominicano.

Ella palpó la realidad de una vasta población de inmigrantes haitianos que participan sin ningún tipo de traba del limitado mercado laboral, tanto formal como informal, en los sectores del turismo, manufactura y agrícola, sin que ningún trabajador tenga detrás a un esclavista con algún garrote o látigo.

Se ha dicho que las familias haitianas que participan en el corte y tiro de caña viven hacinadas en barracones, pero nuestra amiga me dijo que en realidad son viviendas modestas, que muchos tiran al abandono, mientras otros las cuidan y las mantienen limpias y habitables.

En cada lugar donde habitan haitianos también pernoctan dominicanos que viven en condiciones similares, pero en la infamia que se vierte a nivel internacional, se dice que a esos inmigrantes se les tiene segregados por su condición de negros.

La mujer de mi amigo renovó mi orgullo patrio, porque me hizo saber que nosotros no somos ratones de ferretería, sino un pueblo digno, solidario y trabajador, que solo aspira a mantener y fortalecer su soberanía, cultura y tradiciones.

A su retorno a Barcelona, la catalana, conversará con sus amigas dominicanas que residen allí, para referirles lo impresionada que ha quedado porque, contrario a lo que se propaga en Europa, este es un pueblo bueno y solidario, y para increparles por qué no regresan de inmediato a su país.

El Nacional

La Voz de Todos