Opinión

A rajatabla

A rajatabla

El rostro de Dios.

En la mayoría de las naciones se conmemora el 1 de mayo como Día del Trabajo, fecha escogida en 1889 durante el Congreso Obrero Socialista, reunido en París, en honor a “Los Mártires de Chicago”, tres periodistas, un carpintero y un topógrafo, condenados a la horca en 1886 por reclamar la jornada laboral de ocho horas.

Durante la Revolución Industrial de Estados Unidos, los trabajadores debían completar entre 14 a 18 horas diarias de labores, por lo que solo disponían de seis a ocho horas para recuperar fuerza y atender a sus familias, una cruenta forma de explotación, base a la acumulación originaria de capital y riquezaen esa nación, proclamada diez años antes.

Chicago, capital del estado de Illinois, fue escenario de cuatro días de intensas movilizaciones obreras en reclamo de las 48 horas semanales de trabajo, para dividir el día en ocho horas de labor, ocho de descanso y ocho para la familia.

Más de 200 mil trabajadores colmaron las calles de Chicago para exigir que el estado acogiera la Ley Ingersoll, promulgada por el presidenteAndrew Johnson, que redujo a ocho horas la jornada laboral. Los cinco obreros condenados a la horca fueron acusados injustamente de la muerte de un policía.

En la figura del trabajador se refleja la bondad de Dios, porque el obrero sí, tiene el don de generar riqueza y bienestar que por gracia del Altísimo debería disfrutar hoy toda la humanidad, pero que un tipo de capitalismo salvaje, como lo definió Juan Pablo II, o de socialismo concentrador, impiden la justa redistribución e impone la explotación del hombre el hombre o por el Estado.

El regalo que reciben mañana, los trabajadores dominicanos es la negación rotunda por parte de los gremios empleadores de un aumento del 20% en el salario mínimo, lo que no alcanza a suplir el quintil o canasta mínimo, porque desde un empresariado atrasado se persiste en la idea de enseñar al burro a no comer, sin entender que cuando llegue a acostumbrarse, morirá de hambre.

De poco sirve el crecimiento sistemático de la economía, sin una justa redistribución de la renta y el ingreso, porque la gobernanza se sostiene en el desarrollo horizontal y no en el secuestro de la riqueza y la rentabilidad.

Los empresarios deberían entender que el mejor negocio es el de compartir los beneficios y permitir y promover que los trabajadores participen activamente de la sociedad de consumo, para lo cual deben borrar por siempre el criterio de que es mejor enseñar al burro a no comer.

El Gobierno tiene el compromiso de promover políticas públicas que dignifique la mano de obra, desalentar iniciativas empresariales para encaminadas a despojar a los obreros de conquistas que datan de más de 60 años, porque no hay democracia, ni gobernanza sin la participación de los trabajadores. ¡El rostro de Dios se refleja en cada trabajador!