Opinión

A rajatabla

A rajatabla

Orión Mejía

Consejo a la Marcha Verde.-

La Marcha Verde ha sido asaltada por gente retrógrada que arrastran los pies y que, como la Ciguapa, caminan para atrás en la autopista de la historia, enfermos de delirio, frustraciones y amarguras, que solo alcanzan a divisar el porvenir como uno de los cuadrantes de Dante.

Ese ha sido un movimiento de reclamo ciudadano legítimo y útil que en principio fue bien acogido por toda la ciudadanía que también reclama poner fin a toda forma de corrupción e impunidad pública o privada, pero ha sido infectado por sectores que medran en la prevaricación.

El movimiento por la transparencia y el buen uso de los recursos públicos, que explosionó a partir del escándalo Odebrecht, se expande por toda América, pero no como manadas de buitres que procuran engullirse el despojo de la democracia.

Una iniciativa como la de la Marcha Verde, además de reclamar el fin de la corrupción y la impunidad, debería promover el fortalecimiento del espacio democrático y no su destrucción, como sería si se impulsa la interrupción abrupta del orden institucional.

¿Cómo es posible que mentados sectores progresistas coincidan con grupos empresariales oligopólicos y otros que han amasados fortunas por vía de evasión, elusión y lavado de activos, en el propósito de frustrar la recuperación y control de la industria eléctrica?
Es menester advertir que la corrupción es un flagelo añejo, que estalló con el golpe de Estado contra el gobierno democrático de Juan Bosch, perpetrado, hace 56 años por sectores oligárquicos, militares y eclesiásticos que se apoderaron de las riquezas amasadas por la tiranía de Trujillo.

En vez de profundizar la lucha social con nuevos reclamos de justa redistribución del ingreso, disminución de exoneraciones y exenciones a grupos económicos parasitarios, justa reforma fiscal que disminuya el rentismo, pacto eléctrico que elimine el oligopolio, la Marcha Verde permite que malos espíritus atenten en su nombre contra la democracia.

Ante el estrambótico pedido de renuncia, el presidente Danilo Medina, quien ganó las elecciones con un 62%, y en cuyo primer gobierno se generaron 440 mil empleos, la economía creció en promedio un 5.5% y la pobreza disminuyo en un 11%, ha pedido que lo dejen trabajar.

Si la Marcha Verde desea sobrevivir como legítima expresión social, debería impedir que los malos espíritus enturbien su seno, porque esa gente tiene la incurable enfermedad de la amargura, unos porque sus logros en 12 años de gobierno no llenan una cuartilla y los otros porque convulsionan de delirio.