Como cualquier otro sector profesional, a la prensa se le exige asumir una conducta socialmente responsable basado en la observancia de códigos éticos, decálogos morales o cumplimiento de la ley, lo que hace suponer que periodistas, comunicadores ni editores poseen privilegios o patentes de corso en el ejercicio de una actividad tan vinculada con los intereses primigenios de la colectividad.
A los médicos se les reclama fiel cumplimiento de protocolos científicos y éticos en su trato con el paciente; al ingeniero, absoluto apego a normativas de seguridad en el diseño y construcción de un inmueble, porque unos y otros están obligados a la diligencia eficiente y el otro a resultado óptimo, pero el periodista o comunicador tiene mayor responsabilidad ética y profesional, toda vez que si incurre en una distorsión del mensaje provoca daños a un amplio segmento de la población.
Un periodista desaprensivo puede causar mayor daño que el que provocan el médico negligente o el ingeniero incompetente, y el perjuicio a la sociedad puede ser peor, si el comportamiento irresponsable se propaga a través de varios medios de comunicación.
El manejo de algunos temas a través de periódicos, radio y televisión justifican el temor de que la prensa descuida su responsabilidad social, que es la de divulgar sin favor ni temor todo hecho que resulte de interés, con la menor contaminación posible y de equilibrar sus ofertas noticiosas y de opinión, con el bien común.
Sin pretender ejercer el papel de censor, resulta válido enumerar algunos ejemplos que sustentan la aprensión de que la prensa descuida su rol de informante y orientador, tales como el manejo que se dispensa a los temas de narcotráfico, seguridad ciudadana, corrupción y dos casos referidos a publicación de libros tildados de controversiales.
En el caso del narco Figueroa Agosto, la percepción creada en los medios es que ese señor es una estrella de Hollywood y no un fugitivo y que el auge de ese flagelo se debe sólo a la prevaricación de jueces, fiscales, policías y militares, en tanto que ninguna de las iniciativas para combatir los crímenes parecen recibir aliento de la prensa.
La corrupción, señalada entre los males que agobian a la sociedad es abordada de manera sesgada por medios de comunicación y actores sociales, que al parecer tienen sus delincuentes preferidos, sin llegar a resaltar, por ejemplo, que todos los ejecutivos bancarios acusados de desfalco o fraude ya fueron juzgados y condenados.
Con la excepción de la regla, la prensa calló sobre el caso de censura a la circulación de un libro que refiere escándalos corporativos, pero divulgó profusamente otro en el que la autora acusa sin prueba algunas a un Héroe Nacional de mandar a asesinar a las Hermanas Mirabal. Algo huele mal en Dinamarca.