Opinión

A Rajatabla

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Mi amigo Otoniel

El error de Otoniel fue cruzar la frontera ese día, cuando la suerte no le acompañaría. El no tenía intención de quedarse, sólo de comprar un gallo que le ofertaba un amigo en el vecino poblado de Bánica, para retornar de inmediato a la comunidad haitiana de Tomasina, donde vivía con su mujer y cuatro hijos.

De rodillas, Otoniel imploraba al capitán de la guardia que lo dejará ir, a cambio de lo cual le ofrecía el gallo de pelea que ya había comprado por 300 pesos. Después del culatazo en el lado derecho del rostro, no hizo o no pudo hacer más resistencia. Los militares lo tiraron sobre la cama del camión, junto a un amigo suyo.

Veintisiete años después, mi amigo Otoniel cuenta la historia, sin poder evitar que las lagrimas recorran surcos en su cara que no tenía la mañana primaveral de 1982 cuando la guardia lo hizo preso y en vez de repatriarlo lo vendieron junto a otros muchos compatriotas como mercancía para trabajar como bracero en el ingenio Consuelo, de San Pedro de Macorís.

El año siguiente fue para Otoniel más que una eternidad, pues no tuvo ningún tipo de contacto ni noticia de su mujer, sus hijos, sus padres, hermanos ni siquiera de sus amigos o vecinos. Cada día que transcurría en medió de cañaverales, parecía más largo que el anterior y más corto que el siguiente.

Un mercader de braceros llegó una tardecita en una destartalada camioneta al barracón donde Otoniel y otros compañeros acomodaban sus cansadas anatomías para proponerle “escapar” hacia el Central Romana, donde ganarían más dineros porque “los americanos no permiten que te roben en el peso de la caña cortada”.

El tratante de humanos  cargó en el desvencijado vehículo con todos los trabajadores que era posible transportar, por lo que puede decirse que  ese comerciante ese día hizo su agosto al llevarse un buen número de braceros desde un ingenio estatal a otro privado.

Los próximos cuatro años transcurrieron para Otoniel, más o menos igual que sus infernales meses en Consuelo, porque también sufría maltratos y engaños por parte de los encargados del pesaje y pagos. Durante ese período fue poco lo que supo de su mujer y sus hijos.

Durante sus años de soledad y sufrimiento, Otoniel demostró sus cualidades de hombre trabajador, buen esposo y excelente padre, pues siempre se la ingeniaba para enviales a los suyos dinero del que se ganaba de sol a sol en las plantaciones cañeras del Central Romana.

Después de muchas fallidas diligencias y de ser víctima de reiteradas estafas, Otoniel logró traer a su lado a su mujer y mucho tiempo después vivieron sus cuatro hijos y además aquí nacieron otros dos.

Aunque no me lo ha dicho, estoy seguro de que en su peregrinar por campos y ciudades, Otoniel ha tendido que evadir muchas redadas o no alejarse mucho de las comarcas donde ha vivido para no ser apresado e internado contra su voluntad en algún cañaveral o finca.

Para no cansarle la historia, mi amigo reside desde hace más de 15 años con su familia en Baní, que ya incluye varios nietos, donde trabaja en un modesto proyecto turístico y cuenta con el afecto de sus compañeros de trabajo y de la comunidad en general.

Desde hace algunos años, me precio ser amigo de Otoniel y de su familia y admiro en particular el esfuerzo de superación de sus dos últimas hijas, aprovechadas estudiantes universitarias de leyes y mercadeo.

Han pasado 27 años desde aquel fatídico día cuando el capitán de la guardia respondió con un culatazo a las súplicas de Otoniel para que lo dejara retornar a su casa. Nunca ha podido retornar, a pesar de que supo las sucesivas  muerte de su madre y tres de sus hermanos.

Otoniel me ha pedido un favor muy difícil de cumplir, por lo que me he atrevido a solicitar la ayuda del Director General de Migración, general José Aníbal Sanz Jiminián, para poder complacer a tan apreciado amigo.

Mi amigo desea volver a Tomasina para abrazar a su único hermano vivo, a sus sobrinos y amigos, pero teme que algún capital de la guardia le impida retornar, porque ya se considera dominicano, tanto así que durante 25 años ha cumplido religiosamente cada año su promesa de visitar a la Virgen de La Altagracia en la basílica de Higüey.

Le pido por este medio a la Virgen y al general Sanz Jiminián que me permitan complacer a mi amigo Otoniel para que pueda visitar a su familia en Haití con garantías de que podrá retornar al país que hace 27 años le sirvió de cárcel.

orion_mejia@hotmail.com

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