Opinión

A Rajatabla

A Rajatabla

Lago sedicioso
La sociedad  dominicana  acumula un dilatado y extenso pasivo de inequidad económica e injusticia social, que parece asemejarse a lo que ocurre en el Lago Enriquillo, donde desde hace tiempo ingresa un mayor caudal de agua que el que sale por evaporación, lo que provoca que se desborde e inunde grandes extensiones de tierra, con los consiguientes daños a  asentamientos humanos, cultivos y animales.

Ese  lago, sobre el que   se vierten millones de metros cúbicos de agua  desde caudales que nacen en la Cordillera Central, Sierras de Neyba y de Baoruco, o cuando se avería el dique de contención Trujillo o por infiltración de ríos subterráneos, no tiene forma de desalojar tan  formidable masa acuífera, a menos que no sea con el concurso de los rayos solares, que no fueron tan frecuentes ni intensos en 2008, porque ese fue un año de lluvias y tormentas.

Lo mismo que  el Lago Enriquillo con el agua, la población pobre llega a colmarse de injusticia, entonces, uno, con la fuerza de sus caudales, procura recuperar territorio usurpado por el hombre y el otro, con el furor de su  agonía e impaciencia intenta romper ataduras de desafuero.

Es menester, sin embargo, resaltar  una clara diferencia entre la causa por el que  el celebrado lago del suroeste desparrama sus aguas desde  la olla natural que las almacena, frente al intento de  grupos políticos temerarios por provocar inundaciones sociales, bajo la falsa premisa de que están dadas las condiciones para incitar a las masas a producir  un tipo de poblada similar o peor que la acaecida en abril de 1984.

Mentes delirantes con fuertes tentáculos en anatomías partidarias, mediáticas y corporativas, han llegado a creer que los primeros coletazos  de la crisis financiera global sobre la economía  nacional resultan más que suficientes para promover un estado de  desorden y anarquía que  ayude a incendiar la pradera  social y a crear un estado de precariedad institucional sobre cuyos destrozos  se emprenda  marcha hacia el poder.

El convite desestabilizador comenzó por los mismos puntos  donde arranca este tipo de  aventura, es decir por barrios populosos de Santiago, los municipios de Licey, Tamboril,  Navarrete y San Francisco de Macorís, pero ahora han incluido a la estratégica zona turística Higuey- Bávaro, con la clara intención de ocasionar daño casi irreparable a la economía.

Los reclamos son los mismos de cuando tres administraciones perredeístas pasaron por el poder sin saber que pasaron, aunque legítimos siempre: arreglo y construcción de calles,  carreteras, caminos vecinales, cañadas y otras urgencias,  difíciles de afrontar de un cantazo porque el Gobierno carece de recursos suficientes, aunque  se admite que  en no pocos casos ha habido también  falta de voluntad.

A pesar del gran despliegue de prensa  a los desórdenes que se escenifican en esas pobres favelas, ningún periódico o canal de televisión ha podido presentar gráficas o vídeos de multitudes que salen a las calles a protestar o cierre voluntario de la mayoría de comercios, sino la escena  clásica de  encapuchados que  encienden neumáticos, lanzan piedras a la Policía o destrozan cristales de vehículos y establecimientos.

En Higüey,  grupos de forajidos impedían por la fuerza el paso de vehículos con turistas hacia la zona de Bávaro, en apoyo a un paro de grupos de transportistas que reclaman que les condonen una deuda de 700 millones de pesos contraída  en el llamado Plan Renove.

A ese tipo de tropelía, perpetrada por  militantes políticos con disfraz de dirigentes comunitarios es que el  ingeniero  Vargas Maldonado  define como “expresión de descontento de la gente…” y  a la que el ingeniero Hipólito Mejía  ha  ofertado sumarse,  señal de que la sombrilla partidaria de ambos dirigentes  políticos  al menos ayuda a cobijarla.

La política es una ciencia y un arte muy complejo  difícil de aprender  después de llegar a la adultez biolólogica, por lo que  no será posible a los mentores  de esta “cadena de protestas” entender que no es posible repetir hoy el escenario de 1984, porque aquel fatídico episodio sí fue voluntario y  sólo pudo ser contenido con la orden   a los militares de tirar a la cabeza o al corazón.

A pesar de los pesares, el 56 por ciento de la población pobre  aprueba la gestión del presidente Leonel Fernández, un reflejo quizás del programa de combate a la pobreza que  emprende el Gobierno que ha dignificado la asistencia oficial a las familias  colocadas todavía al otro lado de la verja de la miseria.

Dios me libre negar o ignorar que nuestro pueblo aún padece de altísimos niveles de injusticia  social e inequidad económica, pero no creo que la mentada cadena de protestas sociales de que habla  la dirección del PRD sea una cuestión espontánea, sino una burda acción política  tendente a pretender pescar en río revuelto. (orion_mejia@hotmail.com)

El Nacional

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