Opinión

A rajatabla: En carne propia

A rajatabla: En carne propia

Al otro día del paso del huracán Matthew por la cercanía de la isla Hispaniola, una comentarista dijo que las cinco muertes reportadas desde Haití frente a cuatro en República Dominicana, era demostrativo de que los vecinos tuvieron mejor desempeño en las labores de prevención de desastres.

Yo hubiese querido que esa desaforada comentarista tuviera razón, pero la realidad ha sido que de nuevo la tragedia asoló al pueblo haitiano, con casi 850 decesos a causa del ciclón que arrasó con pueblos enteros y destruyó la mayor parte de su limitada infraestructura vial.

Sin disponer de estructura ni herramientas para aplicar con éxito un programa de mitigación de desastres, las autoridades haitianas hicieron lo posible para evitar sin lograrlo que el saldo trágico fuera tan devastador, por lo que lo que ocurrió del lado dominicano, es un ejercicio inhumano.

Haití es zona devastada, con millones de seres humanos hambrientos que malviven en condiciones infrahumanas, vulnerables a epidemias y virus, cuya esperanza de subsistencia también fueron arrasadas por el huracán que tomó dirección a La Florida, después de pasar por Cuba, Jamaica y Las Bahamas.

Los dominicanos no debemos ser indiferentes, sino solidarios ante la tragedia haitiana, porque aquí sentimos en carne propia el dolor de nuestros vecinos, que hoy, de nuevo, son presas vulnerables del cólera, leptospirosis, dengue, chikunguya y de muchas otras enfermedades.

Es claro que la devastación que ha sufrido Haití, agrava su drama económico y social, que también incrementa los factores de riesgos migratorios y sanitarios para el lado dominicano.

Días antes de esa tragedia, en el Caribe, Centroamérica, México y Estados Unidos se desató una ofensiva de expulsiones masivas de indocumentados haitianos, que incluyó también a inmigrantes que llegaron a Brasil, Chile y Colombia. Líderes y gobiernos que antes censuraron a República Dominicana por su política de control migratorio, se convirtieron en verdugos de los haitianos que huyen del cruento escenario de miseria y marginalidad.

La Corte Interamericana, Amnistía Internacional ni el Departamento de Estado emitieron ningún tipo de condena ni de censura contra esas cacerías migratorias, como tampoco hoy reclaman de la comunidad internacional que al menos garanticen el derecho a la supervivencia de esa gente.

La colega que intentó comparar los primeros cinco muertos por el huracán Matthew en Haití con los cuatro que se reportaron en dominicana, jugo miserablemente a la politiquería, porque los decesos en ese pobre país superan hoy los 850, en tanto que su drama se acrecienta en un terrible dolor que nosotros sentimos en carne propia.