Opinión

A Rajatabla: Por menos de 30 monedas

A Rajatabla: Por menos de 30 monedas

Orión Mejía

República Dominicana vive un periodo histórico atípico o especial, caracterizado por el ejercicio de un gobierno que ha logrado mantener estables y en crecimiento los indicadores económicos básicos, y una oposición que actúa como si la confrontación política fuera similar a la que padece Siria.

Con excepción de un reducido grupo de economistas y de algunos políticos no infectados por el delirio, aquí nadie debate sobre temas económicos o sociales que tienen que ver con la supervivencia del esquema democrático o con los anhelos colectivos de justicia social.

No pocos empresarios en rol de dirigentes o candidatos han descubierto que el ejercicio de la política se convierte en la mejor vía para hacer negocios, ya sea por vía de chantaje o confrontación, o por sumisión al Gobierno.

La oposición política luce atomizada, empantanada alrededor de un discurso incendiario en la forma e insular en el fondo, carente de propuesta que, por desdibujar la realidad objetiva, desemboca en lo sedicioso.

Con pocas excepciones nadie debate sobre temas económicos o sociales y la izquierda tiene un discurso carente de realismo

El avance político más importante que ha experimentado la izquierda delirante ha sido trasladar su modus vivendi desde la bocacalle y la Universidad hacia el Parlamento y la prensa, con el mismo discurso difuso e incendiario, carente de realismo.

Aquí pocos hablan de fiscalidad, generación eléctrica, agropecuaria, exportaciones, turismo, déficit o superávit fiscal, estabilidad monetaria, acuerdos comerciales, generación de empleo, Pymes, calidad educativa, migración o seguridad ciudadana.
Odebrecht y los Tucano son el pan nuestro de cada día en limitado abecedario opositor, pero con la extraña característica de no desear que esos expedientes se conozcan en justicia, sino que sirvan para motorizar estadios de subversión e ingobernabilidad.

Es claro que en términos de debate político, se pretende imponer como buena y valida una realidad parecida a uno de los pasajes infernales de la Divina Comedia pero, si bien es cierto que el presente no es color de rosa, tampoco se siente la candela del delirio.

En ese penoso esfuerzo por desdibujar una realidad objetiva participa una camada de profesionales de la comunicación, que ha archivado sus capacidades para debatir y confrontar, y se asocian hoy en el discurso y en el propósito espurio a sicarios y caníbales que asesinan reputaciones por menos de 30 monedas.