Opinión

Abel Martínez

Abel Martínez

Enciende la antorcha de la integridad, el valor, la pureza, y desde su niñez más tierna cifraba sueños, fulgidas esperanzas de superación y servicio a las causas nacionales, a la tierra donde nació y la augusta majestad de patriotismo sin mácula. Investido y dueño de una gran personalidad que irradia luces, sencillez y confianza, el doctor Abel Martínez Durán simboliza una enorme reserva y lumbrera del país, con destellos laureados en quien resuena como un despertar venturoso las frases del insigne José Ingenieros: “La juventud es aquella que no tiene complicidad con el pasado”.

Ínclito y tenaz en sus elevados ideales y nítidas convicciones, la firmeza ha sido leal acompañante como la de aquellos autores de titánicas hazañas que recogen las páginas portentosas de historias.

Forjador de arraigados y nobles sentimientos y preceptos, transita junto a la virtud, que decía: T Carlile: “La sinceridad es la medida del mérito, y en ella se pone generosa la verdad”.

El doctor Martínez Duran es un ciudadano con destellos de sinceridad, pues este vocablo, que no todos llevan a la práctica, es un rango bondadoso colocado en un lugar elevado del sentimiento humano, que se extiende más allá de la vida, pues deja huellas profundas de la confianza y el recuerdo comprendido de lo conceptual de esa virtud.

Destacado presidente de la Cámara de Diputados y Vicepresidente de la Asamblea Nacional, es poseedor de un amplio currículum Vitae, producto del estudio, esfuerzo y la dedicación, con una sólida y amplia formación intelectual, cultural, social y profesional. Ha realizado esplendorosa labor legislativa, proyectos importantes de diversos matices, a favor de las grandes mayorías. La Constitución Dominicana Infantil ha sido cual libro de salmos para la niñez.

Es el más joven de los titulares de parlamento en el hemisferio y ha recibido importantes reconocimientos de instituciones y organizaciones nacionales e internacionales. Este joven congresista de laureados quilates, representa también una esperanza dominicanista, cual símbolo de gloria y sapiencia, resplandor y viril testamento místico con un futuro venturoso, de los que hacen falta hoy en nuestra nación, a los sectores irredentos, pobres y marginados, a la clase capaz, pensante y digna.

El Jurisconsulto Abel, orador y escritor de fuste, perfila su grandeza por la forma en que trata a los demás; es un paradigma que enaltece a la República, a la Cámara de Diputados, que enhiesta la génesis existencialista de su talento, honestidad, gentileza, valores éticos y la prudencia como escudo.

Gaspar Melchor de Jovellanos, escribió: “El verdadero honor es el que resulta del ejercicio de la virtud y del cumplimiento de los propios deberes”.

Al doctor Martínez le transcribo esta estrofa de Ventura Ruiz Aguilera: “¡Siempre luchar del hombre es el destino, y al que impertérrito lucha con fe ardiente, le da la gloria su laurel divino”!

El Nacional

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