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Activistas de minorías acuden a líderes de derechos civiles

Activistas de minorías acuden a líderes  de derechos civiles

ALBUQUERQUE, New Mexico, (AP).- Javier Benavídez se terminó de convencer de que Donald Trump ganaría las elecciones presidenciales a las dos de la mañana el día de la votación.  Este activista de Albuquerque ayudó a organizar dos protestas en contra de Trump en New Mexico y se oponía firmemente a sus puntos de vista sobre la inmigración ilegal.

Se acostó a las cuatro de la mañana, convencido de que se venían días deprimentes. Pero se consoló pensando en la lucha de los líderes de las batallas por los derechos civiles de los negros de las décadas de 1950 y 1960, de las penurias que debieron soportar, desde los perros de la policía y las mangueras de agua hasta asesinatos y espionaje por parte del gobierno.

Si pudieron seguir luchando en ese clima, pensó, la generación actual de activistas liberales podrá sobreponerse el desasosiego derivado de los resultados  electorales.

“Honestamente, me sentí vigorizado”, afirmó Benavídez. “Fue como una experiencia religiosa”.

A medida que se acostumbran a la idea de que Trump será el próximo presidente, muchos desencantados líderes negros e hispanos buscan consuelo entre los líderes que quedan de las batallas  por los derechos civiles de los negros mientras planifican sus estrategias para impulsar la ansiada reforma a las leyes de inmigración, defender el derecho el voto y hacer frente a una ola de incidentes en los que policías mataron a gente negra.

Los viejos militantes de la causa de  los derechos civiles dicen que ellos también por momentos se sintieron desesperanzados, como en 1968, tras el asesinato del candidato presidencial demócrata Robert Kennedy, y después de la elección de Richard Nixon. Pero siguieron luchando.

“No teníamos otra salida”, dijo Dolores Huerta, quien fundó el sindicato de trabajadores agrícolas United Farm Workers junto con César Chávez y compartió un escenario con Kennedy, hermano del presidente John F. Kennedy, en Los Angeles, antes de su asesinato. “Lo único que podemos hacer es seguir organizando” a la gente.

La muerte de Robert Kennedy fue un episodio devastador para Huerta. Su plataforma presidencial planteaba una guerra a la pobreza y ayuda para las minorías, señaló. Superado el mal trago, volvió a la militancia.

Desde la elección de Trump, dijo Huerta, le ha estado diciendo a los activistas jóvenes y desencantados que siguen siendo necesarios para organizar un movimiento de bases. Les recuerda de sus propias decepciones políticas en los años 60, en que su agrupación llegó a ser espiada por el gobierno.

“Pero ese caos hizo posible el surgimiento de muchas nuevas organizaciones y movimientos”, dijo Huerta, mencionando el de los chicanos y el movimiento a favor de los derechos de  los gays.

Nueve días después de la elección, Ingrid Anderson se encaminaba al control de seguridad del aeropuerto de Atlanta cuando pasó junto a su representante, el paladín de la lucha por los derechos civiles John Lewis, quien se hacía lustrar los zapatos. En un primer momento no quiso molestarlo, pero finalmente lo saludó.

Poco después, lloraba desconsoladamente en los brazos del veterano político.

“Le dije gracias por todo lo que hace y me puse a llorar”, relató Anderson, una mujer blanca de 39 años que trabaja como terapeuta física. “Él se levantó de su silla, bajó de la plataforma y me abrazó”.

Anderson asegura que ese encuentro la renovó la esperanza tras una semana en la que se sintió paralizada y agotada emocionalmente.

“Me sentí muy sola y aislada, sin saber qué hacer”, declaró. “Tener a alguien que ha soportado las peores injusticias y hecho tantos progresos que te diga `no puedes abandonar la lucha, hay que conservar la fe’… Eso me inspiró”.

El ex embajador ante las Naciones Unidas Andrew Young, que colaboró con  Martin Luther King en los años 60, dijo que la elección hizo que mucha gente se replantee una cantidad de cosas. La experiencia, indicó, le enseñó que el país es lo suficientemente fuerte como para salir adelante.

“Nos va mejor como consecuencia de nuestro movimiento”,  señaló Young. “Siempre apuesto a la esperanza. Cuando nos pegaban por todos lados, jamás se me ocurrió que sería representante, embajador y alcalde”.

María Varela, mexicano-estadounidense integrante del Student Nonviolent Coordinating Committee (Movimiento Estudiantil de Coordinación No Violento), recuerda haberse sentido destrozada cuando un grupo de demócratas blancos y negros de Mississippi no pudo convencer al partido de que los dejase sentarse en la Convención Nacional Demócrata de 1964. Los líderes del partido querían sentar una delegación segregacionista, integrada exclusivamente por blancos.

Varela, quien es fotógrafa, pensó que su movimiento estaba a punto de romper una gran barrera antes de que les cerraron la puerta. “Pensamos que habíamos fracasado y muchos de nosotros perdimos la esperanza”, relató. “Me tomó varias décadas alcanzar una buena prespectiva”.

Ella y otros activistas decidieron impulsar “sistemas alternativos”, como organizaciones sin fines de lucro y otras instituciones. Ese es el mensaje que le transmite a los activistas jóvenes.

“El triunfo de Trump va a unir a los progresistas de distintas maneras”, dijo Varela. “Esperan un poco y verán”.

El Nacional

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