Opinión

¡Adiós, Gonzalo!

¡Adiós, Gonzalo!

“cuándo un amigo se va queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. A Cortez

 

No lo conozco. Nunca, hasta la noche de la despedida organizada por Juan Bolívar Díaz y un grupo de periodistas y amigos reducidos, había estrechado su mano. Me pareció demasiado joven para tanta responsabilidad y valor. Cuando escuché a Ramón Colombo, con su chacabana blanca de gemelos hablar del sermón de Montesinos, del africanoesclavo Sebastián Lemba sublevado en nuestra isla igual que el cacique Enriquillo en las montañas, por dignidad, para convertirse en el primer guerrillero de América y darle lecciones históricas al Che Guevara, supe que efectivamente se trataba, como dijera Colombo, de un viejo amigo desde aquellos años de 1492 cuando llegó a nuestras tierras Cristóbal Colón con su pandilla permitiendo que nuestros “indios vivos se convirtieran en cristianos muertos” y poderse robar nuestro oro y nuestra plata.

Gonzalo Vargas Llosa fue durante poco más de cuatro años jefe de la Misión del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). El azar, que tiene sin dudas categoría histórica, como dijera Marx, lo colocó en nuestro país para enfrentar, sin temor, una sentencia abusiva, vengativa y racista como la emanada del Tribunal Constitucional, la 168/13 que desnacionalizaba a cientos de miles de dominicanos de ascendencia haitiana con el respaldo de la Junta Central Electoral y los sectores más retardatarios y reaccionarios de la nación.

Gonzalo actuó sin prejuicios en defensa de la verdad, la justicia y los derechos humanos como lo establecen los acuerdos internacionales de los cuales nuestro país es signatario como miembro de las Naciones Unidas desde su fundación en 1945. Es decir, Gonzalo, como jefe de Misión de la ONU, no hizo más que cumplir con un mandato. Y lo hizo, repito, con honestidad y valentía. Y en ese tránsito de poco más de cuatro años, estableció una relación de amistad con nuestro pueblo recogiendo el legado de otros, como Montesinos (“Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacificas…”?)

Los que han vivido del odio y la discriminación alegando un nacionalismo trasnochado y perverso, la emprendieron contra Gonzalo a mordidas y arañazos virtuales porque no podían matarlo físicamente.

El odio, en verdad, no era, ni es, contra Gonzalo, es contra el pueblo haitiano y contra el pueblo dominicano. El odio es contra los ciudadanos de buena voluntad de ambos pueblos.

El Nacional

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