Opinión

Agenda Global

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En casi todos los países del planeta es atribución del Presidente determinar la política exterior de la nación y manejar las relaciones diplomáticas y consulares con los demás Estados y los organismos internacionales, con el auxilio de la Cancillería y en atención a las Convenciones de Viena de 1961 y de 1963 que, junto a los usos y costumbres convertidos en normas y principios del Derecho Internacional, conforman el régimen multilateral, con vocación universal, en el cual estas relaciones tienen que regirse.  

Por igual, es casi siempre facultad presidencial designar los embajadores acreditados en el exterior y los jefes de misiones ante los organismos internacionales, así como nombrar y remover los demás miembros del cuerpo diplomático, de conformidad con la ley. En nuestro país esta atribución está consignada en el artículo 123-3 (a) de la Constitución. Por su parte en Costa Rica, la Carta Magna, en el artículo 147-3, le otorga al Consejo de Gobierno la potestad de nombrar y remover a los representantes diplomáticos de la República.

Como estos funcionarios tienen la alta tarea de representar los intereses del Estado en un contexto internacional cada día más complejo, vemos con frecuencia personalidades bien valoradas por la sociedad que asumen la responsabilidad de ejercer funciones diplomáticas en el exterior. A pesar de que en muchos casos, verbigracia la RD y los EEUU, el sistema de nombramiento incluye la ulterior aprobación del Senado que, en ocasiones, podría estar su mayoría en manos de otro partido distinto al del Jefe de Estado, también se estila que éste proponga como embajadores a colaboradores con destacada participación en las lides político-electorales que lo llevaron al poder, a veces sin reparar en si cuentan con el perfil profesional idóneo.

Al efecto, un caso que ha causado revuelo en el frente local es la designación de James (“Wally”) Brewster, pero no por ser un cercano colaborador del presidente Obama y financista de su última y victoriosa campaña, sino por ser “gay”, condición que no estimo tome en consideración el Senado norteamericano para ratificarlo, por considerar irrelevante la orientación sexual del candidato en sus perspectivas de desempeño como diplomático. En cuanto a su hoja de vida, objetivamente se ven más debilidades que fortalezas en sus antecedentes académicos y profesionales para ocupar un puesto de esa envergadura, lo que sí podría ser óbice para una buena labor del nuevo Embajador, o no.

Para los demás nombramientos del“foreignservice”, los EEUU tiene un competitivo y estricto sistema de oposiciones y de selección en base al mérito para el ingreso del personal diplomático y consular a sus embajadas y misiones en todo el mundo, así como un régimen de carrera administrativa, tanto  en el Departamento de Estado como en el servicio exterior, que permite la profesionalización y la permanencia en el tiempo del personal, sin importar los vaivenes partidarios.

Como se ha leído, la tentación del clientelismo político en cuanto a la designación de funcionarios diplomáticos y consulares es muy alta en una gran mayoría de países. En una próxima entrega se analizarán los avances en materia de profesionalización del servicio exterior en Costa Rica, donde tres de cada cuatro diplomáticos son “de carrera”.

El Nacional

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