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“No todo político es un líder”

 

Una entrega pasada concluyó con la frase que hoy titula esta columna. La misma es una razonada aserción del presidente del gobierno español durante 14 años Don Felipe González en su último libro “En busca de respuestas. El liderazgo en tiempos de crisis”, obra cuya lectura recomiendo para, en provecho de la vasta experiencia y la mordaz lucidez de este gran líder ya global, distinguir mejor los diversos tipos de políticos y falsos líderes que pululan por estos lares.

Si bien Felipe no parte de la realidad dominicana al momento de analizar el contenido y las características del liderazgo político, no es menos cierto que muchos de sus hallazgos y no pocas de sus aseveraciones se aplican “como anillo al dedo” a la fauna local. Para muestra: “Algunos políticos tienen principios, pero no tienen ideas. Otros poseen ideas, pero carecen de principios. Y no escasean los que no tienen ideas ni principios”.

Aborda Felipe un espécimen de político del que tenemos aquí unos cuantos exponentes: individuos que “se encierran en discursos dogmáticos” que repiten incesantemente “sin plasmarlos en propuestas capaces de cambiar la vida de las personas”. Estos predicadores fundamentalistas entienden que sus peroratas bastan para cambiar la realidad, pero no es más que “una coraza” para no aportar soluciones a los desastres que denuncian. A estos les sugiere Felipe bajarse del púlpito, “ponerse manos a la obra y cambiar lo que va mal…”.

Toca ahora resumir lo que el autor entiende son las características básicas del liderazgo político. La primera es la exigencia de un “compromiso no mercenario” con un proyecto político. Establece una distinción importante “entre los que viven para la política y los que viven de la política” y enfatiza en que el peor de los supuestos es “el de los que entran a la política para aprovecharse de ella y enriquecerse a costa de los demás, utilizando su posición de poder para sangrar las arcas públicas o sacar dinero de la privada a cambio de favores”.

La segunda es la “capacidad para hacerse cargo del estado de ánimo de los demás e influir en su mejora”, característica esta que exige tener oído atento al sentir de los ciudadanos, tener la capacidad de conocer y valorar lo que realmente sienten los demás, porque “es imprescindible conocer algo para poderlo modificar”. Por demás, debe el líder “tener el coraje de rodearse de colaboradores capaces de decirle la verdad y no lo que quieren oír”.

La tercera característica es la “capacidad para coordinar equipos humanos”: para Felipe cuando el líder “elige un grupo de colaboradores para formar un equipo de gobierno no tiene que seleccionarlo por sus lealtades perrunas…”; tiene que estar formado por “los mejores” entre quienes “se encontrará con personalidades fuertes que quieren expresar sus opiniones”. La cuarta es la “capacidad para procesar información relevante”, y la quinta y última es “la fortaleza emocional… para no dejarse arrastrar por el éxito ni por el fracaso”.

El lance a la amable lectoría es que aplique estos rasgos esenciales del liderazgo a los políticos locales, sobre todo en estos momentos donde gran parte de la ciudadanía examina la voluntad y capacidad de sus dirigentes políticos para mejorar las condiciones del país.

El Nacional

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