Opinión

Agenda Global

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Primero la gente

 Muchos evocarán el impactante lema de la campaña presidencial del doctor José Francisco Peña Gómez y eje transversal de su propuesta de gobierno compartido. Pero esta vez la columna refiere a una recopilación de ensayos del premio Nobel de Economía de 1998, Amartya Sen, y del pionero de la responsabilidad social empresarial, Bernardo Kliksberg, bajo el título de Primero la Gente (Ediciones Deusto, 2007). Esta obra “trata de algunos de los problemas más cruciales del mundo desarrollado, aplicando la perspectiva de una nueva disciplina que ha despertado gran atención, la ética del desarrollo”, cuyo objetivo es “recuperar la relación perdida entre ética y economía”, escisión que ha tenido profundos impactos regresivos en el diseño de políticas públicas. Sen, uno de los pensadores más influyentes del siglo XXI, comienza con una “defensa razonada” sobre la globalización, la que insta a no confundir con “occidentalización”. Explica que si bien hay aspectos como las conquistas, el colonialismo y la dominación extranjera que se conectan con el imperialismo, “los agentes de la globalización no son ni europeos, ni exclusivamente de Occidente”. El Renacimiento, la Ilustración y la Revolución Industrial fueron grandes logros que tuvieron lugar en Europa y luego en Norteamérica. Sin embargo, “muchos de estos desarrollos se nutrieron de la experiencia del resto del mundo”, por lo que estima “sería un grave error ver la globalización fundamentalmente como un rasgo del imperialismo”. Para Sen existe “evidencia suficiente de que la economía global ha aportado prosperidad a numerosas y diferentes áreas del globo”. También afirma que si bien una determinada economía de mercado puede operar de manera defectuosa, “no hay manera de prescindir de la institución de los mercados en general como poderoso motor de progreso económico”. De lo que se trata ahora “es de cómo dar buen uso a los notables beneficios del intercambio económico y del progreso tecnológico en una forma que preste la atención debida a los intereses de los desposeídos y desvalidos”.   Sen analiza que para superar la desigualdad en la forma de compartir las ganancias potenciales de la globalización -entre los países ricos y pobres y entre los diferentes grupos dentro de los países-, se requieren “reformas institucionales de gran alcance, aún en el marco de la defensa de la globalización”, con el objetivo de introducir “equidad” en los acuerdos internacionales que configuran las relaciones económicas y sociales globalizadas.

El premio Nobel de economía en el 2001, Joseph Stiglitz, analiza en detalle estas reformas en su obra Cómo hacer que funcione la globalización (2007).  Contrario a la retórica propia y a los conceptos que se les atribuyen, Sen explica que quienes luchan por mejorar la suerte de los menos favorecidos de la economía mundial no     constituyen un movimiento contra la globalización, sino más bien uno contra la repartición inequitativa de los beneficios asociados a la misma. Prueba de ello es que “las protestas anti-globalización sean las más globalizadas del mundo”.

El Nacional

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