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El pasado 29 de noviembre el Editorial Santuario, que dirige el dinámico editor Ysael Pérez, organizó la puesta en circulación en el país del libro “Lenguaje del mar”, de la autoría del poeta mayor y querido amigo José Mármol, obra ganadora del trascendental XII Premio Casa de América de Poesía Americana 2012 e impreso en Madrid.

Antes de leer y degustar los poemas incluidos en este volumen de la prestigiosa Colección española Visor de Poesía, los asistentes ese día a la Sala Aída Bonelly de Díaz del Teatro Nacional tuvimos la ocasión de escuchar y de disfrutar de las interesantes ponencias sobre la obra por parte de los destacados poetas y críticos literarios Basilio Belliard y Plinio Chahín, así como de ver en video parte de la emotiva ceremonia de entrega del premio al autor que tuvo lugar en la impresionante sede de Casa de América en Madrid.

Allí, el miembro del jurado, profesor de literatura y laureado poeta español Luis García Montero, al comentar la premiada obra de Mármol expresó que la ambientación de  algunos de los poemas se sitúa en esa dimensión más cercana y accesible del mar que es la playa, aguas que acarician la blanca arena y donde el paisaje es más humano.

En el poema “Costa del Sol”, José nos transporta al lugar donde su mirada se impresiona: “Única es la luz en esta playa vítrea. Las olas acarician la mañana temprana, movidos por el viento se deleitan tus cabellos.

En Juan Dolio, muy jóvenes los cuerpos/echados a tostar, brillan sobre la arena/con volutas muy firmes de inusual sensualidad.”

Con su distintiva jocosidad, el poeta Chahín nos descubre que Mármol, brillante exponente de la poética del pensamiento, se ha convertido en “un poeta mirón”.

La otredad del vate parece admitirlo con delectación en “Rapsodia Tropical”: “La muchacha despierta delirios al mirón. La morena es preciosa, escandaliza el bar, la ribera, la ciudad. La muchacha es hermosa, baila suave, casi vuela.”

Y, en “Bosquejo de la playa de Juan Dolio”, el poeta sigue ejerciendo el oficio de avistar y no quedarse callado: “Apaciguo, inclinando la cabeza / a la izquierda de mi cuello, la bravura de las tetas de una turista rubia, disoluta presencia de un cuerpo a contraluz”.

En “Cuerpo de playa” se reafirma el voyerismo sensorial a manera de reflexión metapoética: “Qué sería de un cuerpo si no fuera tocado. Qué sería del mar si no fuese mirado y temido por tus ojos, en su soleada erupción vegetativa. Qué sería, no sé, de la mirada misma / sino fuera descubriendo horizontes y mareas, arrecifes, caracolas, arenilla en el calzado que protege tus pies. Qué sería del entorno si no fuera contemplado, apretujado, acaso, en un nudo de palabras, en una fresca imagen, un arrebol magenta, en el quejido breve de tu voz cuando te amo.

Qué sería de mí sin todo cuanto admiro/ de tu pequeño talle, sus vaivenes en la arena. De un cuerpo, qué ha quedado, si no lo toca un fuego, a no ser la inocultable memoria de un deseo.”

El Nacional

La Voz de Todos