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Agenda Global

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La pasada semana se celebró en Chile la primera cumbre entre la Unión Europea (UE) que ya cuenta 27 Estados miembros, y la “bisoña” Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), formada por 33 naciones. Desde el exigente paladar del otro lado del Atlántico, los resultados de esta reunión “han dejado… un sabor agridulce: de insuficiencia y de expectativa”, en los términos del editorial del prestigioso diario español El País del 29 de enero. 

Se conoce que la Declaración de Santiago de Chile aprobada a unanimidad por los mandatarios presentes, entre los que se encontraba el Presidente Danilo Medina acompañado por un reducido equipo de ministros y diplomáticos, no satisfizo las aspiraciones de nuestros socios de la UE que buscaban, más allá de la retórica al uso en este tipo de documento sin fuerza jurídica vinculante, un compromiso político firme para lograr en la región “una real seguridad jurídica para las inversiones europeas que evite la cada vez más frecuente cadena de expropiaciones y nacionalizaciones”, como expone el editorial ya citado.

Sin embargo, se acordó en el texto de la declaración dejar constancia de que las dos regiones reconocen la importancia de “un marco normativo estable y transparente” que proporcione “certidumbre legal para los operadores económicos”. Y reiteran los mandatarios que “Nos comprometemos a mantener un clima favorable a los inversores, reconociendo en cualquier caso el derecho de los países a legislar para cumplir los objetivos de sus políticas nacionales, de acuerdo con sus compromisos y obligaciones internacionales”..?

Este último llamado a la atención, a mi juicio redundante porque nunca fue cuestionado el derecho soberano de las naciones participantes de normar sus ordenamientos jurídicos, quizá se debió a posiciones recalcitrantes de algunos delegados que entendían la mención de la “seguridad jurídica para las inversiones europeas” como un atentado a los principios de inviolabilidad de la soberanía nacional, de no intervención y de libre autodeterminación de los pueblos del planeta.

No obstante, sobre todo desde España que por razones históricas y comerciales aspira fungir como bisagra en la expansión y la profundización de las relaciones entre ambos bloques, se mantiene viva “la esperanza de que las sucesivas (cumbres Celac-UE) sean más provechosas” en asuntos trascendentes para la diplomacia multilateral como la influencia política y la cooperación empresarial.

No queda muy claro si la Celac, creada el 23 de febrero del 2010 como un organismo intergubernamental de ámbito regional que promueve la integración y el desarrollo de los países, ahora bajo la presidencia pro témpore de Cuba, logrará superar las divergencias ideológicas, las asimetrías económicas y las especificidades culturales para lograr “una visión supranacional que minimice los nacionalismos”. 

En reto de la Celac será avanzar por los senderos de una verdadera integración que dé respuesta a las nuevas necesidades de la cooperación interestatal que exigen la formación de entidades supranacionales a las que se transfiere el ejercicio efectivo de las competencias soberanas de los Estados. Como lo ha hecho Europa y es ejemplo para el mundo con su UE, y como todavía no lo hemos logrado por estas latitudes más alineadas aún a reivindicar la autarquía del Estado-Nación. 

El Nacional

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