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Hace hoy 12 días que me encuentro en la plácida ciudad de Albacete donde participo en un interesante curso de especialización en derecho constitucional que imparte la prestigiosa  Universidad de Castilla-La Mancha.

En este breve tiempo han sucedido en esta nación europea dos acontecimientos de gran trascendencia histórica, uno de índole jurídico-político y el otro deportivo,  que pretendo comentar y enlazar en lo adelante.         

El primero tiene todo que ver con el contenido académico que me trajo esta vez a la madre patria y lo es la sentencia del “supremo intérprete” de la Constitución española sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña, cuya decisión de declarar inconstitucional varios artículos del mismo, entre los que se destaca el que reclama el concepto de “nación” para esta comunidad,  ha suscitado no sólo intensas reacciones y debates públicos en los medios de comunicación, sino que además fue objeto de una concurrida manifestación de protesta el pasado sábado 11 en las calles de Barcelona, la que sin proponérselo desbordó añejas reivindicaciones de “soberanismo” e independencia que se consideraban sepultadas.           

El Tribunal Constitucional creado por la Constitución española de 1978 (y que en 32 años sólo ha sido modificada en una sola ocasión -1992- para permitir a los ciudadanos de la Unión Europea el derecho a ser elegibles en las elecciones municipales), ante un recurso interpuesto por un grupo de diputados del Partido Popular (PP), ha declarado “Que la Constitución no conoce otra nación que la española”, ya que en su artículo 2 declara “la indisoluble unidad de la Nación española”, concepto recuperado de los constituyentes de Cádiz del 1812, y que a su vez “reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran”.  

Como para reafirmar la certeza de que España sigue siendo una, he tenido la oportunidad única de haber sido testigo y partícipe de un hecho histórico para esta nación de gran tradición deportiva, cuya selección conquistó por vez primera un Mundial de Fútbol al vencer 1 a 0  al combativo equipo de Holanda en el juego final en Sudáfrica.

La roja, compuesta por jugadores andaluces, vascos, castellano-manchegos, madrileños, catalanes y de otras “nacionalidades”, por un lado desplegó en el campo un juego elegante y efectivo con el que demostró ser el mejor equipo del mundo.

Por el otro, se les ha visto abrazados y emocionados oyendo el himno, cubiertos por la bandera y celebrando junto a todo el pueblo español que se lanzó a las calles de Madrid a recibirlos como los héroes que son.

De pasada,  aquí en Albacete el júbilo fue aún más intenso porque el autor del gol de la victoria, Andrés Iniesta, es oriundo de la ciudad albaceteña de Fuentealbilla.

En mi opinión, junto al portero Iker Casillas (que paró un gol de antología en el juego final) y al “matador” David Villa, este trío fue lo más valioso del Mundial.

En fin, qué mejor elogio de la unidad que éste…y 

¡Que viva España! 

El Nacional

La Voz de Todos