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Un país bajo amenazas

El pasado martes la Asociación de Industrias (AIRD) ofreció un almuerzo para celebrar el 48 aniversario de la más importante institución que reune a los empresarios que se dedican a la producción nacional de bienes. Allí, el actual presidente de la entidad, Manuel Díez Cabral¸ reclamó ante el Presidente de la República, la Primera Dama y unos cuantos ministros de su gabinete, el cese de las “amenazas” a la industria local para que puedan “descansar” de los “sobresaltos” a los que los tiene sometidos la actual administración.   

Lo primero es determinar el alcance del término en el contexto en que fue citado.

Se descarta que la amenaza sea de lluvia, a pesar de que en estos días nos azotan aguaceros torrenciales. Quizá ayude ver algunos sinónimos de amenaza: intimidación, chantaje, coacción, lo que daría pie a considerar que, desde el Gobierno, a los industriales se les tiene constantemente una espada de Damocles que les impide realizar su actividad en paz.  

Si bien Diez Cabral citó algunos casos específicos de leyes que no se debían “mutilar” como la de Competitividad e Innovación Industrial, o la de Electricidad que genera incertidumbre en cuanto a su aplicación, se echa de ver que fue más lo que Diez Cabral calló que lo que dijo.

 Y de suyo lo que expresó entiendo que quedó bastante claro: “Por favor dejen de intimidarnos”.

Sin embargo, lo que dejó de mencionar porque, quizá, pensó que el momento no era propicio, parece caber en la misma  tesitura y lo es la amenaza de una nueva reforma tributaria que mejore las maltrechas finanzas públicas, pero en detrimento del sector productivo local y de los contribuyentes de clases media y pobre.  

Ahora bien: el “plato fuerte” de la actividad lo fue el discurso del presidente del Grupo León Jimenes, Don José León Asencio, quien bajo otros términos también destacó otras amenazas que se ciernen sobre el presente y el futuro del país.

Con la credibilidad que le da el manejo con amplia responsabilidad social corporativa de sus negocios (bajo el emotivo lema “Por una mejor nación”), pero con el desasosiego y la desesperanza de ver cómo al país al que le ha dedicado toda su vida no progresa ni se desarrolla como quizá él y muchos dominicanos aspiran y sueñan, Don José hizo un análisis sociopolítico certero sobre los males que agobian a su querido pueblo.

La resignación ante la corrupción que él considera “inaceptable” por las funestas consecuencias que arrastra, así como el narcotráfico que cunde por todas las esquinas de la sociedad, dice Don José que necesitan “de un Ejecutivo resuelto que ponga fin tanto a lo uno como a lo otro, (y) de un Poder Judicial que aplique la ley de manera justa pero firme…”.

En cuanto a la pobreza y el desempleo los catalogó como dos grandes “déficits nacionales”, y urgió un proyecto de nación que aumente la inversión en salud y en educación para robustecer el capital humano.

Palabras hubo…y muchas gracias a Don José por decirlas.

El Nacional

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