Opinión

Al día

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Los norteamericanos lo han bautizado “The big C” pero allá, como aquí, del cáncer se  habla en voz baja –se susurra, mejor-, como si se mencionara un defecto grande de una persona ya muerta o se “chismeara” algo de alguien.

 (No hace muchos días, la columna se ocupó de una nueva serie de televisión “The big C” que protagoniza la notable actriz Laura Linney).

 Para mí todo empezó con un accidente. Resbalé, caí hacia atrás y me rompí dos costillas.

 Cuando no pude aguantar el dolor, me fui al Hospital de la Plaza de la Salud y un amable ortopeda me recetó unos analgésicos muy eficaces que, como todos ellos, en un par de semanas me provocaron una úlcera sangrante.

 (De ese líquido vital perdí, por la úlcera, la mitad de lo que debe tener un ser humano),

 Volví al Hospital para que me cauterizaran la úlcera y quien haría el procedimiento, una endocrinóloga de gran vocación médica, encontró una inflamación en la garganta que le pareció fuera de lo normal..

 Terminó su procedimiento en el estómago pero advirtió con seriedad de la inflamación.

 Tan pronto me dieron de alta por la cauterización de la úlcera visité a un otorrinolaringólogo, quien me practicó una endoscopía laringofaríngea y me remitió de urgencia a un colega,  cirujano, el único que hace en la garganta el procedimiento quirúrgico con Laser.

 En el consultorio de la clínica de este otro otorrino, el hombre chequeó las fotos que tomó el anterior, me sentó en un sillón parecido al de los odontólogos y sin más ni más me introdujo un tubito de diez o doce pulgadas de largo por el cornete izquierdo, que debe tener una cámara de video en la punta,  para chequear la inflamación.

 Era en una de las cuerdas vocales y, como podía estar integrada por células “malignas”, el médico me refirió a sí mismo y quedó pactado para unos días después  la intervención, una cordectomía.

 En tres horas del martes 5 de julio, el médico practicó la intervención, durante la cual envió tres muestras para biopsias a otra clínica  y para la que él paciente debe aportar el mensajero.

 Dos de las biopsias revelaron displasia epitelial no maligna y la tercera presentó fragmentos de mucosa escamosa y displasia epitelial con un foco microscópico de carcinoma epidermoide micro invasor de 0.1 centímetro de profundidad.

 Como podía hablar y tragar tras la intervención, el médico me mandó de regreso a casa. Eso de poder hablar y tragar pareció ser el mejor síntoma posoperatorio.

El Nacional

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