Opinión

AL DÍA

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Desde los años de inicio de la turbulencia antitrujillista de mediados de los cincuenta, Haití tuvo otros tres nombres para mí: Jacques Viau, Mario Beaulieu y José Rone.

 A Jacques lo conocí en 1955 o 56 y no recuerdo quién nos presentó. En esa época y con la misma edad, los muchachos con la sensibilidad política a flor de piel no teníamos que presentarnos.

 Con Mario y José me junté en 1962 cuando, de viaje a Europa que no habían programado porque confiaron en que podían fijar residencia en este país vecino del suyo, vivieron por meses en la capital.

 Dado el prejuicio que siembra la mentalidad de la clase dominante permeada a  todos los dominicanos, la pareja tuvo que seguir viaje.

 Beaulieu terminó una ingeniería y consiguió trabajo en lo que primero fue Mercado Común Europeo, después Comunidad Económica Europea y al final Unión Europea.

 Ahí llegó hasta una de las más altas posiciones.

 José, activista popular, se quedó en una ONG que trabajaba para la gente pobre de África.

 Cuando en Haití empezó la avalancha de Jean Bertrand Aristide, José y Mario regresaron a su país a echar el pleito y, como el pleito tiene que ser echado también con los dominicanos, se detuvieron aquí.

 Diez años antes, Jacques había entregado su vida por el país que lo acogió junto a sus padres y hermanos a principios de los cincuenta. El viejo Viau, Don Alfred, había sido candidato presidencial en su país y, como tantos otros que no tuvieran la vocación autoritaria y dictatorial de los Paul Magloire y Francois (“Papá Doc”) Duvalier, fue perseguido y, para evitar la muerte, cruzó el Masacre hacia el Este.

 Este combatiente constitucionalista entregó su sangre en la lucha de los dominicanos por la libertad, la democracia y la Constitución y contra la invasión militar norteamericana que pisoteaba la soberanía nacional y la de todos los pueblos libre y democráticos del mundo.

 Mario murió hace algunos años y de José no he vuelto a saber pero los tres están de manera permanente en mi sentimiento, en mi pensamiento y en la firme e invariable decisión de morir en lucha por la justicia social y contra los poderes que hacen pobre e infeliz a este mundo donde sólo se globalizan el hambre y la violación de todos los demás derechos de los pueblos.

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