Opinión

AL DÍA

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 El perfil de la “obra” política de Juan Bosch lo da la conducta en el poder de los dirigentes a los que trató sin conseguirlo de formar y que han estado en el poder, con Leonel Fernández, de 1996 a 2000 y de manera continua de 2004 a este año que corre.

Acusados de corrupción con pruebas de todo tipo, ante la evidencia de que no cuentan con otro sustento ideológico que no sea el del asalto del poder para el enriquecimiento personal, también estos dirigentes del Partido de la Liberación deberán comparecer en cincuenta o sesenta años al “tribunal de la historia”.

Bosch fue pragmático en el momento en que entendió que el pueblo había sido trujillista y que para ganarlo como elector había que postular “borrón y cuenta nueva” pero también en otras tristes ocasiones.

Había otro trujillismo, en la oligarquía, la clase media trepadora y vicaria y los generales de las Fuerzas Armadas que, si bien seducidos y tranquilizados por la táctica y prédica del “borrón…”, tras los primeros días del gobierno que se juramentó el 27 de Febrero de 1963 se dieron cuenta de que la democracia venía en serio y de que no habría tolerancia ni complacencia con la corrupción.

El puente que pareció abrir el “borrón” fue cerrado con hermetismo a contar de ese 27 de Febrero y la dureza del temperamento y de la conducta del nuevo Presidente no dejó lugar a dudas en cuanto a que no habría tráfico de influencia y vigencia de los “derechos naturales” de la oligarquía tradicional y trujillista de 1930 a 1961.

Ese Bosch no fue pragmático y no volvió a serlo hasta que el neotrujillismo de Joaquín Balaguer lo enredó en un suerte de alianza virtual, a partir de 1966 pero sobre todo desde 1973, en que se percibiría al segundo como lanzador y al primero como receptor en un juego de pelota “arreglado”.

Bosch trataba de hacer una oposición especial a los gobiernos de Balaguer y, ante la oposición radical del Partido Revolucionario y de la izquierda revolucionario, la suya no parecía tal.

En 1990, cuando Bosch ganó las elecciones y Balaguer las escamoteó mediante un fraude, fue claro para los dominicanos que el caudillo del PLD sólo se sentía seguro en su oposición especial con Balaguer en el poder.

¿Había marcado a Bosch de tal manera su paso por el poder que entendía que no podía ejercerse sin apelar a los métodos de la corrupción, la tolerancia con el poder económico permanente y el entreguismo a los Estados Unidos?

¿Por qué rechazaba la posibilidad de que de alguna manera el pueblo luchara en las calles por sus reivindicaciones y contra un gobierno de asesinos y ladrones como el del neotrujillista Balaguer?

  Falta mucho testimonio para presentar a Bosch ante la historia que se escribirá cincuenta o sesenta años más tarde.

El Nacional

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