Opinión

ALGO MAS QUE SALUD

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Llamadas oportunas

 

Hace ya más de 15 años, en medio de una de esas depresiones cíclicas que me aturden, conté con varias manos amigas que se me tendieron, algunas descansando en llamadas desde Washington, de mi entrañable amigo Jorge Aguilera, desde Orlando en voz de mis hermanosYvelisse, Frank y Chachi, de Nueva York lo haría Antonio Ventura y sus hermanas desde Jicomé, Esperanza y mi hija de solo 13 años que lo hacía desde su casa en Los Ríos. Solo llamadas que me hacían sentir que me querían, que no era la basura que por momentos me creía, y que me ayudaron a levantarme.

He vuelto a aquellas treces, y cuento con las llamadas, pero a veces recibimos espaldarazos de quien menos lo esperamos. El pasado martes fue uno de esos días duros, que uno va de amargura en amargura, de frustración en frustración, y aunque siguen las llamadas de estímulo, y el apoyo de los que cercanos nos quieren, también conté con el joven que me recorta los ya canosos cabellos, que se pasó los 40 minutos que regularmente dura su trabajo hablándome de la fe, de su Dios, y de que los problemas no son problemas. Me llegó más que el libro de Krishnamurti que leí la semana pasada. No conforme con su arenga me acompañó al vehículo y me exigió otro abrazo.

Con una mejor onda, pero aun cargando el pesado fardo de un día azaroso entré al Banco de Reservas de la Jiménez Moya con José Contreras, y le pregunté a la cajera YF si podía hacer las varias operaciones desde la fila de depósito y me dijo que sí.

Me correspondió ser atendido por la cajera vecina y esta me rechazó porque una de las operaciones que haría solo se estaba realizando en la otra fila, pero YF le expresó que ella me atendería y así lo hizo con toda una carga de cortesía y amabilidad, y al despedirme le dije: Usted le ha dado otro color a un día negro.

El Nacional

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