Día del Maestro
A Dulce, Mecho, Lucía y V.M. Maestras de “Las de antes”.

Advierto, de entrada, que el presente artículo es uno de esos que mi mente calenturienta pare en momentos de trance, y que más bien parecen extraído de una intelectualidad anterior a la mía, quizás producto de una de mis reencarnaciones previas.

En la generalidad de las veces escribo para satisfacción personal. Desahogo mi espíritu expresando, en las dos cuartillas que exige el director, aquellas cosas en las que creo escribir para satisfacerme el ego…
Gracias a la vida, al destino o la naturaleza (cosas realmente superiores para mi) no escribo por encargo ni para presentarme gracioso. Ejerzo este oficio porque me gusta hacerlo, y hasta este punto era que quería llegar y que me tomo todo un preámbulo hablando de mí mismo.

El trabajo que cada ser humano realiza, cual que fuera éste debe reportarle alguna satisfacción a quien lo ejecuta. Es cierto que la gran mayoría, si se le diese la oportunidad de escoger a que dedicarse, optaría por labores de oficina o por ejercicios de las profesiones liberales (Médicos, Abogados e Ingenieros) las que le reportarían prestigio social e ingresos más allá de la normalidad de la gente. Del otro lado a muy pocos le agradaría ser peón de la construcción, conserje, cargador de sacos en los mercados y domésticas, entre otros.

Múltiples razones pueden conjugarse para que a alguien no le guste su trabajo, pero me voy a ir por una que particularmente me afecta, recientemente vi una película protagonizada por Robin Williams: “Sociedad de los Poetas Muertos” en la que interpreta el papel de un profesor con ideas liberales recién contratado por un colegio tradicionalista; en una de las primeras escenas un estudiante le pregunta que por qué no deja de dar clase ante la presión de sus superiores y respondió: “Porque me gusta enseñar”.

Esto apareció en la página 10 de este vespertino, hace 26 años, y me sirvió para rememorar a mi maestro por siempre, Juan Bosch, aquí, en “algo más que salud”.