Opinión

Algo más que salud

Algo más que salud

Elegía a Coquito, con amor

Como regalo póstumo a Miguel Cocco, le reproduciré un trabajo sobre él que publicamos en noviembre pasado.

“El jueves, por este medio, reclamé a mi amigo Miguel Cocco, que no fuera atendida una solicitud de audiencia que habíamos tramitado con la finalidad de tratarle dos asuntos de corte humanista. Recién salida mi columna recibí una llamada de Coquito, me recriminó no por la publicación, sino porque dudé de él, y de paso lo metí en un paquete con otras figuras que no han tenido su historia, que no andan a la par en mis afectos. Con palabras delicadas y sutiles, pero firmes, con la fortaleza que brinda la autoridad moral de haber llevado por siempre una vida digna, me hizo ver que yo no había sido justo. No me pidió derecho a réplica, me pidió el resarcimiento que gritan, que exigen, que reclaman los amigos, el que sólo se puede dar en el campo de los afectos bien llevados, en el del aprecio, en el del amor.

En esos momentos di gracias que su reclamo fue por teléfono, pues así el no pudo darse cuenta de las dos mudas lágrimas que surcaron mi rostro. Para que no haya confusiones déjenme refrescarle lo que le recriminé a don Miguel el jueves pasado: “El 22 de septiembre, dirigí una carta a nuestro amigo de más de 20 años, el lic. Miguel Cocco, posteriormente traté, infructuosamente, lograr una cita para plantearle personalmente la solicitud contenida en la misiva, aclaro, de antemano, que no era para pedirle exoneración o rebaja de impuestos aduanales de ningún tipo para nosotros ni para nadie, fue más por asuntos de afinidad en los afectos y principios… Dada la imposibilidad de reunirnos y a sabiendas de que lo cuento entre mis lectores opte por tratar esta pendejada por aquí, les transcribo el contenido, obviando los nombres por simple delicadeza: “Apreciado amigo: Deseo estés bien. Hace tres semanas, un amigo con el cual he compartido luchas y sueños, me solicitó que le ayudara a conseguir un empleo a la viuda de uno de sus compañeros de militancia en la izquierda política dominicana.

Su nombre es…, y su esposo era…, quien fuera fundador y permaneciera por espacio de 20 años en COTEDO. Murió el 14 de octubre de 2006. Yo no puedo darle el empleo. Ella luce una persona honesta y respetable. Mi amigo y yo seremos sus garantes. Ella no pide un alto salario. Sólo busca como cubrir el sostén propio y de sus tres hijos. He recurrido a ti, porque aún te creo sensible a casos de este tipo. Afectos.”

“Aparte de este asunto, queríamos hacerle la petición de que nos venda o que nos regale los derechos de autor del libro de Narciso González (Narcisazo) “El humor tiene bandera”. Queremos reeditarlo y que sirva como apoyo económico de la fundación “Narciso González” Por si Coquito lo ha perdido en la memoria, en 1978 Narciso le vendió sus derechos a este libro, el cual recoge una amplia variedad de sus trabajos de humor con contenido social”.

El resarcimiento no era un derecho a replica, no era que me retractase, no era que hiciese una rueda de prensa desmintiendo lo que había dicho, no simplemente que lo visitará para darle un abrazo. Eso hice, y luego del abrazo Coquito me mostró como él había encaminado la solicitud de un empleo para la dama, pero tal y como es su norma, no era darle un empleo para complacerme, sino remitirla a Recursos Humanos para que allí la evaluasen y si calificaba nombrarla, pero nunca bajo el criterio de emplear una persona en base al amiguismo, al clientelismo. Me mostró mi carta remitida con su puño y letra a Recursos Humanos de Aduana, con fecha de octubre y el teléfono que estaba debajo de la carta, que al parecer no copió bien quien la recibió. Con lo de Narcisazo el lo resolvió renunciando a los derechos de Alfa y Omega sobre el libro “El humor tiene bandera”, en la misma carta que se le hacía la petición. Como reparación al daño hecho no va esta aclaración, con la que el mismo Miguel estaría opuesto, si no estas estrofas de la canción “Imagínate” de John Lennon: “Imagina que no existe el Cielo /es fácil si lo intentas /sin infierno debajo nuestro /arriba  nuestro, solo el cielo /Imagina a toda la gente /viviendo el hoy… /Imagina que no hay países /no es difícil de hacer /nadie por quien matar o morir /ni tampoco religión /imagina a toda la gente /viviendo la vida en paz… Puedes decir que soy un soñador /pero no soy el único /espero que algún día te unas a nosotros /y el mundo vivirá como sólo uno /Imagina que no hay posesiones /quisiera saber si puedes /sin necesidad de gula o hambre /una hermandad de hombres /imagínate a toda la gente /compartiendo el mundo en paz….”  Gracias. don Miguel, me enseñó en unos minutos más que centenares de libros de autoayuda, los que ya no lee el que hace “algo más que salud”.

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