El chantaje y el oportunismo caracterizan las relaciones entre los jefes de los grupos electoreros. Constituyen la marca impresa por Joaquín Balaguer, y se reconocen en las recientes alianzas.
El enorme poder que ha acumulado Leonel Fernández, ha generado en los sectores dominantes temores en cuanto al destino de los partidos (así les llaman, aunque son asociaciones para el clientelismo). Esos temores explican, en parte, el acercamiento entre Hipólito Mejía y Hatuey De Camps.
En abril del año 2004, De Camps llamó a abstenerse o a votar por el diablo antes que votar por Hipólito Mejía. Ahora se convierte en jefe de campaña y dice que Mejía ha cambiado y que merece una segunda oportunidad… Es infeliz la explicación, pero muy reveladora la acción.
Intenta preservar el PRD, obedeciendo al compromiso de clase y tratando de recuperar el protagonismo político, dado que el control ejercido a través de otras figuras (Miguel Vargas, por ejemplo), en determinadas coyunturas pierde efectividad.
Temístocles Montás, afirma que De Camps trata de reconquistar la presidencia del PRD, posición de la cual fue destituido en enero del 2004.
El ministro no menciona las conversaciones con el Partido de la Liberación Dominicana. ¿Alberga la esperanza de que, en el futuro, diga que Leonel Fernández abandonó la pretensión de ser monarca? Sería similar a lo que ha hecho con Hìpólito, y todo eso cabe entre agentes del atraso político a quienes, además, se les siente el hedor del lodo.
De Camps no ha disuelto el Partido Revolucionario Social Demócrata, PRSD, porque podría necesitar las siglas para potenciales amarres. Lo hará si, con la participación en el espectáculo electorero, se afianza su posicionamiento en el esquema de poder… Actúa como lo que es, discípulo de Balaguer.
No hay alianzas sustentadas en ideas, sino componendas, pactadas para preservar las fortunas y capitales de los corruptos de nuevo cuño y de los viejos saqueadores…
