Opinión

Amaury y la utopía

Amaury y la utopía

Hoy se cumple un nuevo aniversario de la muerte del líder revolucionario, Amaury Germán Aristy, y tres dirigentes de su grupo Los Palmeros, acribillados a balazos por un contingente militar y policial que le tendió un cerco al amanecer del día 12 de enero del año 1972, con la orden expresa de acabar con sus vidas, situación muy común en la época del dictador ilustrado, Joaquín Balaguer.

Alrededor de las seis de la mañana, cayeron abatidos a balazos Bienvenido Leal Prandy (La Chuta) y Ulises Cerón Polanco, mientras Virgilio Perdomo, herido, y Amaury, pudieron salir del lugar y refugiarse en una cueva cercana, resistiendo a sangre y fuego la embestida de más dos mil guardias y policías durante todo el día, cayendo mortalmente heridos en la preagonía de la tarde, en un enfrentamiento que terminó con unos 15 muertos de las tropas atacantes.

El grupo se preparó para morir peleando, pues había la decisión de eliminarlos a cualquier precio por el hecho de creer en la utopía revolucionaria, principio filosófico que propugna por una nueva sociedad, donde debían existir los supremos valores del hombre y la supresión de las desigualdades sociales. “No importa el número de armas en las manos, sino el número de estrellas en la frente “, sentenció Amaury, un gladiador de muchas batallas.

En la guerra de abril, Amaury, quien tenía una buena amistad con Fidel Castro y el Che Guevara, era instructor militar en una escuela que funcionaba en el parque Eugenio María de Hostos, y fue herido en el asalto al Palacio Nacional, dirigido por el héroe Rafael Fernández Domínguez quien murió en la acción junto a Juan Miguel Román, uno de los hombres más valiosos del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, y quien estaba supuesto asumir el liderazgo de esa entidad.

En la clandestinidad, recibió el apoyo y respaldo del doctor Ramón Piña Pierret, (Cuchito), quien prestó su casa como refugio del grupo de Los Palmeros y lo protegía, guardándoles sus espaldas, al igual que Julián Parahoy (El Gago), asesinado en la Puerta de la Misericordia, poco después de servir de seguridad a una reunión celebrada en la zona colonial por los mártires. La calle Juan de Morfa 52, del sector de Villa Consuelo, era el lugar que pernoctaba el grupo exterminado, evadiendo la persecución tenaz de los organismos de inteligencia.

El Nacional

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