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Valió la pena la revolución de abril de 1965

 

Cuando gran parte de la sociedad cuestiona el hecho de que, en 52 años de haberse producido la revolución constitucionalista, entre otras cosas, nuestro Congreso Nacional, el cual debe ser un poder independiente, de acuerdo al artículo 5 de nuestra Carta Magna, no se ha enfocado, por su dependencia del Poder Ejecutivo, en cumplir a cabalidad con las atribuciones que en materia de fiscalización y control le impone la Constitución de la República.
en las letras d y f del numeral 2 del su artículo 93, los cuales señalan que éste debe de “examinar anualmente todos los actos del Poder Ejecutivo y aprobarlos, si son ajustados a la Constitución y las leyes”, así como “supervisar todas las políticas públicas que implemente el gobierno y sus instituciones autónomas y descentralizadas, sin importar su naturaleza y alcance”.
Cuando se cuestiona al Poder Judicial por su dependencia del Poder Congresual y del Poder Ejecutivo, quienes tienen el poder para elegirlo, lo cual lo hace dependiente de éstos, mientras crecen la impunidad, la corrupción la violencia y la inseguridad, se terminan cuestionando ¿valió la pena la revolución de abril de 1965, la cual surge para reponer el gobierno de Juan Bosch y volver a la Constitución de 1963, ambos paradigmas de lo que debe ser un gobierno ético y moral?
Esta revolución sentó las bases, para el surgimiento de una estabilidad política que, aun con cierto cuestionamiento, hemos disfrutados durante 52 años, sin golpes de Estado.
Porque demostró que este pueblo está en disposición de luchar a favor del fortalecimiento de sus instituciones democráticas.
Porque el arrojo de militares y civiles democráticos demostró que es posible la defensa de su soberanía nacional.
Abril del 65 marca un antes y un después. Esto así, porque esta revolución sentó las bases, para el surgimiento de una estabilidad política que, aun con cierto cuestionamiento, hemos disfrutados durante 52 años, sin golpes de Estado.
Basta recordar, que en los 121 años que transcurrieron entre la Independencia y la revolución de abril de 1965, sólo tres presidentes cumplieron sus mandatos.
Primero, el gobierno de Buenaventura Báez, quien tomó el poder el 24 de septiembre de 1849 y se lo entregó al general Pedro Santana el 15 de febrero de 1853.
Segundo, el gobierno de Fernando Arturo Meriño, quien tomó el poder el 1 de septiembre de 1880 y 3ro.- El del general Ulises Heureaux (Lilís) el 1 de septiembre de 1882, quien le traspasó el poder, a Francisco Gregorio Billini el 1 de septiembre de 1884.
Después de ese traspaso de mando, no hubo otro hasta el 16 de agosto de 1978, cuando el doctor Balaguer le traspasó el mando a don Antonio Guzmán Fernández.
Los traspasos de mando en las dictaduras de Lilís y Trujillo, no cuentan, porque nos estamos refiriendo a los períodos de ensayos democráticos.
b) Ésta revolución demostró que este pueblo está en disposición de luchar a favor del fortalecimiento de sus instituciones democráticas
Esto así, porque no habrá nunca una democracia plena, participativa, inclusiva, y con instituciones fuertes, las cuales hagan valer el espíritu y letras de la constitución y las leyes, si primero no se respeta la voluntad del pueblo expresada en sus elecciones.
Y esto fue lo que hicieron los hombres y mujeres de abril de 1965: hacer valer la voluntad del pueblo dominicano, la cual fue expresada el 20 de diciembre de 1962, eligiendo como Presidente de la República, al profesor Juan Bosch, quien, con la consigna “vergüenza contra dinero” derrocó a la oligarquía tradicional dominicana que, aunque luego lo derrocó el 25 de septiembre de 1962, a partir del 24 de abril de 1965, militares y civiles democráticos los vencieron en los combates del puente Duarte, la tarde del 27 de abril siguiente, al extremo que tuvieron que solicitar la intervención de los norteamericanos, en franca violación de nuestra soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos consagrada en los tratados internacionales promovidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
c) porque el arrojo de militares y civiles democráticos demostró que la defensa de su soberanía, no es un mito, sino una realidad.
La revolución constitucionalista demostró, que lo que dijo nuestro patricio Juan Pablo Duarte, era posible: “Nuestra Patria a de ser libre e independiente de toda potencia extranjera, o se hunde la isla”. Ciertamente, eso se demostró a partir del desembarco de las tropas extranjeras. Bajo la dirección del coronel Francisco Alberto Caamaño, Manuel Ramón Montes Arache y otros valientes civiles y militares y civiles, la guerra civil se continuó bajo la modalidad de “guerra Patria”. A dos días del inicio de la invasión, se produjo el asalto a la Fortaleza Ozama.
No importó el cerco de las tropas norteamericanas, el cual arrinconó a las tropas constitucionalistas en poco más de 22 cuadros. Ahí, en ese rincón del honor y la dignidad, el 3 de mayo, Bosch ordenó la reunión de la Asamblea Nacional, para que eligieran al coronel Caamaño Deñó, como presidente Constitucional en Armas.
Y así fue, 17 de 27 senadores y 41 de los 74 diputados se dieron cita en medio de la cruenta situación armada y dieron cumplimiento al artículo 132 de la Constitución, para afianzar la lucha por la defensa de la Constitución y la soberanía.
Por eso fue que el Coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez y Euclides Morillo, entre otros, murieron al intentar tomar el Palacio Nacional.
Por eso, para sembrar una cultura del honor y la dignidad. La revolución del 65 valió la pena.

El Nacional

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