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Antiyihadismo y anticorrupción dos armas nuevas del imperio

Antiyihadismo     y anticorrupción dos armas nuevas del imperio

SALVADOR JORGE BLANCO

El antiyihadismo y la anticorrupción son dos armas de reciente facturación del imperio para concretizar el hegemonismo planetario que le disputan tan frontalmente como en la etapa de la Guerra Fría que surgió del colapso de la II Guerra Mundial, tanto de China como Rusia.

El tercer argumento para su propósito de hegemonismo planetario es el arma del petróleo, que el imperio acciona tenaz y profundo para doblegar las economías de Rusia y Venezuela, consiguiendo aportar un 75% de su consumo por las providencias del fraking iniciando en la etapa del presidente George Walker Bush.

Desde el continente europeo hasta las fronteras con China, la estrategia de imposición del imperio se manifiesta en el antiyihadismo, consiguiendo la novedad por conveniencia mutua, como se estila en los divorcios, de cavar trincheras junto a la Rusia del envarado presidente Vladimir Putin, un frío veterano de la KGB soviética, sin los alardes teatrales de Nikita Krhushev, pero con decisiones trascendentales como el reintegro de Crimea a Moscú y sus intentos acerados de lo mismo con Ucrania.

Por primera vez en su historia desde que estructuró su imperio al socaire del Destino Manifiesto, la Doctrina Monroe y la Diplomacia de las Cañoneras del presidente Woodrow Wilson, el imperio enfrenta una guerra invisible, sin posiciones identificadas, esquiva, de sorpresa, como lo es la estrategia del terrorismo yihadista del Estado Islámico, ISIS en siglas de inglés, un cóctel de milicias reclutadas al conjuro de desclasados, desviados mentales y resentidos sociales y el accionar solapado del extremismo islámico.

En el escenario de América, que es el continente, no solo el imperio como con exclusividad se atribuye, la estrategia no es el terrorismo, sino la corrupción, y defenestrar el chavismo vía el manejo del petróleo hacia la ruina, y así, los días de la “revolución bolivariana” puede afirmarse están contados para el chofer de guaguas inmaduro que tiene a Venezuela sumida en el caos económico, sin el atisbo de la mínima lucecita que aviste el final del túnel de desdicha de los venezolanos.

En realidad el principio del estreno en América del proceso anticorrupción se inicia en Argentina con la derrota electoral y el fin del kitchnerismo de la presidenta Cristina Fernández, vencida por el magnate Mauricio Macri, y donde la ex gobernante fue obligada a abandonar por unos días su mansión de Calafate para acudir ante un juez a testificar por manejos cuestionables de dólares que se le imputan como “testigos de cargo” al final de su doble mandato de ocho años.

A Cristina Fernández de Kirchner ha seguido su básiga del ALBA, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, compulsada a abandonar la presidencia de la primera economía latinoamericana acusada de cosmetizar recursos de estricto orden administrativo, excenta de corrupción personal.

La estrategia del presidente Barack Obama en estos dos casos se origina en la influencia económica de la primera y tercera economías de América Latina, que colidía con los intereses hegemónicos del imperio, y eso fue el motivo, porque, recordando a don Jacinto Benavente, en aquello de los intereses creados, todo fue tramado para desmontar la claque Casa Rosada-Planalto.

Ese estrategia anti corrupción del imperio fue precisada la última versión por el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, el día 13 del presente mes, desde Londres, expresó:

“Estamos librando una batalla, todos nosotros. La corrupción perceptible es un enemigo porque destruye Estados, como algunos de los extremistas contra los que luchamos o los desafíos a los que nos enfrentamos”, omitiendo el tsunami de corrupción que tradujo la canallada de los magnates de Wall Street en el crak de 2008 que estremeció, hasta hoy, la economía planetaria, pautada, a sabiendas de la Reserva Federal (Banco Central), por los villanos judíos de Lehman Brothers, JP Morgan-Chase, Bearn Stern, Goldman Sachs, Kuhn-Loeb & Co, Merril Lynch, Fanie Mac y Freddie Mac, sin excluir a Rothschild, aún impunes.

La estrategia anti corrupción es, reitero, una nueva arma de dominio del imperio, que en RD tiene una referencia grimosa en el caso del presidente Salvador Jorge Blanco, el único gobernante dominicano condenado y preso por una sobrevaluadas piñas, en un “juicio” con ribetes de ópera bufa, una insignificancia comparada con la corrupción de la Era del PLD, de espanto y brinco, como nunca en la historia vernácula.

En el caso del presidente Jorge Blanco como en los de las presidentas Cristina Fernández de Kirchner y Dilma Rousseff, la experiencia demuestra que los gobernantes que no dominen sus respectivos congresos, son potenciales presos de confianza, y de hecho, de sus opositores, con el respaldo tras bambalinas del imperio, y en RD, además de la oposición, con USAID y su alicate Participación Ciudadana. ¿Se oye o no se oye, presidente Danilo Medina?

El Nacional

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