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Antonio Guadalupe Cuando el objeto se convierte en arte

Antonio Guadalupe  Cuando el objeto se convierte en arte

Antonio Guadalupe y su exposición “Sol y Agua” realizada en la Quinta Dominica.

Ha llovido mucho desde que Marchel Duchamp se atreviera a elevar los objetos a categoría de arte. Fue esa especie de iluminación-atrevimiento, que consistió en importantizar lo que vemos a diario y que nos hace compañía sin darse cuenta, lo que le permitió ser un artista fundamental del siglo XX.

Ante una obra del también ajedrecista Duchamp la discrepancia aún puede existir, pero jamás la indiferencia.

Bajo esta premisa (como cuando chocan dos guantes en Alí pienso) asisto a la exposición “Sol y Agua” (22 de marzo al 12 de abril en la Quinta Dominica), donde el artista Antonio Guadalupe iniciaba el proyecto artístico denominado Kos-Art, el cual busca que a través de la creación de objetos y obras en ediciones limitadas se puede lograr el desarrollo del arte y los artistas.

La elección para iniciar el proyecto Kos-Art fue estupenda. Guadalupe no tiene ya que demostrar nada pues en demasía ha mostrado. Su trayectoria y la consistencia que ha pulsado a través de una carrera artística, jalonada por premios, investigaciones, exposiciones dentro y fuera del país, lo defienden de toda sospecha. Asiste al arte ni sacudido por la improvisación, ni emborrachado por el falso snobismo. Por demás su talento es su mejor escudo.

Visitar su estudio (y compartir con él, quien ha eliminado la pose como carta de presentación artística), un poco más allá de la Plaza de la Cultura, es chocarse con verdadero arte desde la cocina, la sala hasta el baño. Dibujos, pinturas de diferentes formatos y distintas épocas atestiguan la devoción con que ha trabajado este artista, y más que todo que el objeto seleccionado para la muestra fue la sombrilla y el maestro Guadalupe explica con una breve contundencia el por qué. “Es cotidiano”.

Y simplemente la operación de llevar arte al objeto ha sido en cierto modo simplificada: lo que el artista domina, el símbolo que su mano ha cruzado por mucho tiempo sobre la tela, ha sido pasado a una sombrilla, en total a 30, y de ahí, a otras tantas para ser multiplicadas, para que la gente la puede abrir y ponerla en contacto con el sol, la lluvia.

Colocadas en la Quinta Dominica, y vistas en el espacio, es interesante, para uno como crítico, verlas primero, y luego contemplar cómo la gente se asoma a ellas. ¿Cómo un cuadro? ¿Cómo un objeto tocado por la mano de un artista? ¿Cómo algo que se instala allí para que el público reaccione y pueda entender que el arte es como un objeto que tenemos cerca y en ocasiones ignoramos cuando bien se puede transformar?
Los colores del maestro están sobre la sombrilla.

Las pulsaciones de sus constantes estudios. Sus símbolos se han encaramado al objeto que hemos visto y usado desde niño en este trópico donde el día más soleado llueve, y donde el político más descarado tiene un afiche a full color en la esquina del más depauperado barrio.

En el patio de la Quinta Dominica una amplia malla fue colocada para atrapar los mangos de un frondoso árbol. ¿Es una instalación? Pudiera ser y no sería una derrota de la imaginación. Al lado y adentro las sombrillas de quien con justicia le llamo maestro, manchan de colores vistosos el ambiente.

La mano de Guadalupe ha tenido una culminación más que digna en la sombrilla. Hay arte donde quiera, y se puede hacer arte en cualquier sitio, si usted lo duda, nada más tiene que darle un vistazo a estas sombrillas que estarán exponiéndose en distintas provincias del país. Algo le aseguro, y es que no recibirá un chapuzón de mediocridad, estará a salvo y seco, y con una muy fina sensibilidad se habrá de tropezar.

El autor es periodista y escritor.

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