Opinión

Aprender para saber

Aprender para saber

Si quieres construir una nave, no juntes a la gente para recolectar leña y no les asignes tareas ni obras, sino más bien enséñales a anhelar la inmensidad del mar”. –Antoine de Saint Exupery.

La Real Academia de la Lengua define a la educación, por un lado, como crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes, y, por otro, como instrucción a través de la acción docente.

La educación tiene por finalidad llevar a la persona a realizar su propia personalidad, dado que es todo aquello que contribuye a proyectar las habilidades, aptitudes y posibilidades del individuo, y a crear, corregir y ordenar sus ideas, hábitos y tendencias.
Cada persona tiene su propia inteligencia y su propia manera de genialidad. Cuando hablamos de inteligencia solemos pensar en el éxito obtenido en la escuela o en la universidad, el cual se mide a través de exámenes escritos y exposiciones.

La educación en las instituciones no instruyen a “cómo pensar”, educan a “qué pensar”; nos educan, al menos en el viejo o método tradicional, para memorizar respuestas e historias como dicen los libros, sin hacernos la pregunta sobre el “ por qué?” “como” y “cuando”.

La memorización es solo citar palabras de otros. ¿Donde queda el anhelo de ver más allá, de tener una opinión y un deseo propio? El sistema educativo en República Dominicana es uno de los peores, según el Informe Pisa (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes). Todos, estudiantes y nos estudiantes suelen recurrir o utilizar frases, frente a alguna comparación, de “¿cómo vamos a superar a Cuba en desarrollo?”, una nación que se permite carecer de analfabetismo desde hace muchos años. El deporte será muy necesario, pero más que aprender la disputa entre Licey y Escogido tiende a acaparar más la atención que informes como el citado.

Pensamos así porque eso es lo que nos enseñan; nos educan para pensar dentro de la caja cuando en realidad debería ser que nos eduquen a pensar que la caja no existe. Se debe dar una educación donde cada persona refuerce su propia inteligencia y no se sienta marginada de la sociedad solo porque un examen hecho para algunos se lo diga.

¿Qué utilidad tiene un maestro genial cuando el método de enseñanza que le impone el Estado no sirve?
Somos tan ignorantes que nos creemos geniales, tan mal educados que matamos a la sociedad.
Todas esas razones me hacen evocar a John Keatin, el autor de “El club de los poetas muertos”, cuando decía: “Cuando lean, no consideren sólo lo que el autor piensa, consideren lo que ustedes piensan”.

El Nacional

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