Opinión

Armando y Circe

Armando  y Circe

Acababa de salir de la Ferretería y preguntarle al encargado cómo era posible que un sobrecito de abono 15-15-15 que había costado el día anterior cuarenta pesos ese día había subido a ochenta. “Eso viene de arriba”. Lo mismo acababa de hacer en la farmacia, donde un Doloneurobion que antes costaba 35 pesos ahora cuesta 42, y la Levotiroxina ha subido de 600 casi a mil.

Empero, si la ferretería y la farmacia son un escándalo, lo que sucede con los supermercados no tiene madre, y lo que descubrí sobre Armando, un jovencito alto, negro y súper servicial no tiene parangón. Armando me llevó la compra a mi casa y cuando descubrí que no tenía cambio para darle sus cien pesos (ya que los súper no les pagan a los jóvenes que nos ayudan y viven de las propinas) su reacción fue de absoluto desprendimiento.

Le dije a Armando que le llevaría su propina al Supermercado y así hice, pero no lo encontré y sus compañeros dijeron que era porque ya se habían cumplido los tres meses, porque cada tres meses “nos sacan para no tener que cumplir con la ley y asegurarnos como empleados”…

Eso es lo que se llama avaricia en familias con un largo historial en la burguesía nacional, y con una enfermedad acumulativa que les lleva sobreexplotar a miserables jóvenes de las clases populares, y eso no es un reclamo “izquierdoso” como dicen cataloga Circe Almánzar todo esfuerzo de reivindicación social (ella que no es más que una vocera del gran capital), sino una reacción indignada de una población -ya indignada- por el monopolio de una clase industrial cuya denuncia provocó la cancelación de la más capaz directora de ProCompetencia que haya tenido el país.

Por eso, lo que “genera un sesgo negativo y menoscaba el posicionamiento y esfuerzo de los diferentes sectores de la economía nacional” representados en la AIRD, no son los estudios de Procompetencia, de los cuales nos faltan 33 por conocer, ya auspiciados por el BID, es la encallecida y descarnada obsesión con la ganancia que tiene la generalidad de ese sector frente a la población que consume sus productos.

Por eso a la Marcha Verde deberá sumarse la Marcha Rosada, “rosada”, el color que se asocia con las mujeres, las consumidores en este país, quienes tenemos el poder de decidir no comprar, no consumir los productos de la AIRD, desde la cerveza, hasta las medicinas.

Y si no lo hacemos por nosotr@s, hagámoslo por Armando, ese joven a quien le debo cien pesos y hoy anda otra vez desempleado gracias al cáncer de la ganancia desmedida en gente que ya tiene todo.

El Nacional

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