¡El culpable es el gobierno!
Ramón Orlando insiste en que el gobierno debe obligar a que las emisoras de radio pertenecientes a la Corporación Estatal de Radio y Televisión (CERTV) dediquen su programación completa a la difusión del merengue.
Y tal parece que hay planes encaminados en ese sentido, por disposición de la dirección general de la entidad, según nos han dicho.
De hecho, la emisora Dominicana F.M. dedica todos sus espacios libres a la difusión de nuestra música, según hemos podido advertir.
Muy bien que se recurra al estado en busca de “oxígeno” para nuestra música. Eso está bien.
Lo curioso es, (y ya lo hemos dicho) que los merengueros que se han hecho millonarios con nuestra música, cuando adquieren estaciones de radio, le dan la espalda y no la tocan. Prefieren promover otros géneros extranjeros.
Wilfrido Vargas, cuando era dueño de Kiss 95; Juan Luis Guerra, con Viva F.M. y Mango TV; Jossie Esteban, con Super Q y Pura Vida; y Bienvenido Rodríguez, gran propulsor del merengue como disquero en otros tiempos, no toca merengue en La Z, ni en Fidelity.
Pero las cosas no terminan ahí, con empresarios ligados a nuestra música. Zol F.M., de Antonio Espaillat, gran propulsor del merengue desde su discoteca Jet Set, tampoco toca el género en su emisora, a no ser esporádicas veces algunos temas de Juan Luis guerra, en los pocos espacios libres, porque la estación es interactiva, hay que decirlo, al igual que La Z de Bienvenido.
Para colmo, George Rodríguez, quien fue locutor musical, promotor de agrupaciones musicales, manager de la orquesta de Fausto Rey, tampoco incluye el merengue en la pauta de La Super 7, la emisora que dirige, que aunque es interactiva, se prefieren los instrumentales, el jazz, bossa nova, en sus espacios libres.
Como se puede ver, ¡todos, incluyendo los mismos músicos, le han dado la espalda al género.
¿Será que difundir merengue no es negocio para la radio, y por ello todos les huyen como el diablo la cruz?
¡Qué dilema tan grande! Que sea el gobierno al que se apele para resolver el problema de músicos, cuando ni ellos mismos han sido consecuentes con un género que ha sido declarado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
