Opinión

Aumentar el patrullaje, ¿para qué?

Aumentar el patrullaje, ¿para qué?

El Presidente de la Republica dispuso aumentar a 14,000 los  policías que patrullen  para enfrentar la delincuencia que azota la nación. Nada conseguirán. Sobre los hombros de la policía no puede caer la responsabilidad de contrarrestar los efectos de  males estructurales que generan inseguridad en la población. Es demasiada carga para ella.  Tampoco los barrios seguros.

Procede que el gobierno establezca  un bien definido  proyecto de nación con énfasis en  fomentar la educación, abrir fuentes de trabajo y que todos trabajemos rumbo al bien común. Que los dirigentes den   señales claras de respeto a la población.

Al igual que la mayoría de los ciudadanos, la policía tiene poca formación, muchas necesidades, bajo salario, pobreza  y riesgos. Mandarla a la calle con tantas limitaciones,  no es solo exponerla a peligro y tentaciones  sino provocar  violencia. Esta medida solo puede tener impacto publicitario.

 Urge atacar las raíces, de la criminalidad. No debe buscarse  en determinados individuos o grupo. Es estructural. Hay toda una plataforma que  induce  a robar y asesinar  en masa. Para enfrentarla con seriedad, el gobierno debe revisarse desde la cúspide hasta la base. Evaluar los valores morales que inyectan a la sociedad. Recordemos que son delincuentes los que usan o roban el dinero del pueblo para beneficio personal, comprar mansiones, viajes, negocios y fundaciones.

Cometen asesinatos colectivos los que invierten en megaproyectos no prioritarios,  en lugar de hacerlo en áreas que ayuden a los pobres a desarrollar sus potencialidades y no morir de hambre. Es un tiro al corazón descuidar  la  nación. Las tarjetitas solo  humillan  y abofetean la miseria. Deben abrirse fuentes de trabajo. ¿Como puede  la policía hacer redadas y detener en sus oficinas los que roban con guantes de seda?  Imposible. No esta a su alcance.

 Parte de su tarea es  cuidarlo. En lo intimo de su ser les repugnan. Sin embargo,  para llevar la comida a su casa, deben callar. Reprimen la ira. Muchos se tornan violentos, descargan su agresividad con otros y hasta caen presos o acribillados.

El Nacional

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