Opinión

Banco de Reservas

Banco de Reservas

El Banco de Reservas, propiedad del Estado desde los tiempos de Trujillo, es la más antigua entidad financiera del país, pero posiblemente la más deficiente y la que peor servicio ofrece a sus clientes, en su mayoría servidores de instituciones públicas, centralizadas y descentralizadas, que obligatoriamente tienen que tener sus cuentas en ese banco.

Observo que al personal de la banca privada se le instruye a dirigir un trato diplomático a sus clientes. Contrariamente, en las sucursales del Banreservas se percibe un ambiente de tensión. Y el mal trato a los clientes sólo puede ser comparado con el que se les da a las personas que procuran algún servicio en las oficinas de la Junta Central Electoral.

Todos los servidores públicos, los guardias y policías cobran a través del Banco de Reservas. También los pensionados y jubilados por el Estado, pero hay que ver a la tortura a que se les somete los días de pago, mediante filas kilométricas –en algunos casos en pleno sol–, cuando bien podrían habilitarse, para la ocasión, guaguas con las suficientes ventanillas.

Aquí porque no hay poderes independientes. En otro país el Poder Legislativo hace rato que hubiera exhortado al banco del Estado a optimizar su función o despojarlo del privilegio de recibir todas las cuentas de las instituciones públicas.

El cúmulo de quejas en la población cada vez es mayor. Todavía la gente no ha recibido una explicación sobre el préstamo de status impagable, por un monto de 585 millones, que recibió un político dominicano de esa entidad financiera.

Tampoco se corrige el carácter vulnerable e inseguro que tienen las tarjetas de crédito y débito del Banco de Reservas, que son las más clonadas de todas. Al autor de este artículo le fue clonada su tarjeta de débito y en la madrugada del 10 de mayo se hicieron dos retiros en un cajero del BHD ubicado en Herrera.

Y aún más: al momento de escribir este artículo Banreservas no me había acreditado nueve mil pesos que intenté retirar, hace diez días, de uno de sus cajeros. El dinero no me lo dio, pero me lo cargó a mi cuenta. Lo propio les ocurrió a otras personas que reclamaban en servicios al cliente. Son molestias y perjuicios que llevan indignación.

 

El Nacional

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