La dolorosa historia de la ingeniera Francina Hungría, a punto de quedar ciega por el disparo a la cara que le hizo uno de varios asaltantes que la despojaron de su vehículo, debería servir de clarinada para que la sociedad reclame a los poderes públicos enfrentar de manera resuelta y definitiva la desbordante criminalidad.
Francina transitaba a plena luz del día en su yipeta por el ensanche Piantini, cuando fue interceptada por individuos que le dispararon a mansalva y la arrojaron al pavimento en la creencia de que estaba muerta, pero a su grito de que estaba viva fue recogida por una pareja de samaritanos y trasladada al Centro de Medicina Avanzada Abel González.
La joven profesional perdió uno de sus ojos o y el otro está en peligro a causa del impacto de bala con entrada y salida por los pómulos, disparada por un antisocial que junto a otros delincuentes eran perseguidos por otro asalto perpetrado en la zona.
Se subraya que esa acción vil y cobarde fue perpetrada cerca del mediodía en un sector residencial de amplia circulación de vehículos y personas, por lo que puede decirse que la delincuencia y la criminalidad controlan prácticamente toda la geografía nacional y que, por consiguiente, la vida de los ciudadanos vale menos que una mota.
Andan bien armados los desalmados que hirieron a la ingeniera Hungría, por lo que no debería extrañar que un eventual contacto con las patrullas policiales que los persiguen se torne violento, aunque lo deseable sería que esos individuos se entregaran pacíficamente a las autoridades.
Son tantos los asesinatos, asaltos, atracos que se perpetran en cualquier lugar y a cualquier hora, que ya la gente no se encuentra segura en ninguna parte, ni siquiera en un rincón de la casa. Literalmente puede decirse que los delincuentes son dueños de la calle y mandan en el hogar.
Gobierno, Ministerio Público, Congreso y Justicia están compelidos a unificar criterios, leyes, códigos y políticas que hagan más efectiva la prevención y la persecución de crímenes y delitos, pero también que endurezcan las penas impuestas por los tribunales a los delincuentes.
Es tiempo de enfrentar con decisión y responsabilidad a una desbordante criminalidad que sin exagerar ha convertido a toda la República en una gran prisión de miedo y terror. ¡Basta ya!.