Opinión

Bien, 4%, ¿y ahora?

Bien, 4%, ¿y ahora?

Ya aprobados los aumentos impositivos que había advertido iban a ocurrir para ello, el Presupuesto Nacional está encaminado a reflejar por primera vez en la historia reciente el 4% del PIB en gasto público para la Educación. Con una asignación que nominalmente supera todo el dinero que recaudaba el Estado dominicano hace apenas 10 años, el Ministerio de Educación no luce aún preparado para lo que está a punto de recibir y quizás su mayor reto será evitar el gastar por gastar.

 De mantenerse ese nuevo nivel de asignación en los años venideros, entre el 2013 y el 2016 el Ministerio de Educación manejará el equivalente a entre $10,000 millones y $13,000 millones de dólares, una cifra que, para ese Ministerio, más que tranquilidad debería provocarle terror. Dado su ya considerable tamaño dentro del aparato estatal, el control en el manejo de los recursos dentro de Educación es, en el mejor de los casos, deficiente y ser vindicados con el 4% presenta una obligación razonable de, cuanto menos, manejarlos con la mayor transparencia posible. Esos controles no van a ser baratos.

 Antes de siquiera considerar construir un aula para lo que se espera termine siendo un frenesí de construcciones por parte del Ministerio de Educación, este debe realizar una importante inversión en sus controles internos y sus políticas de transparencia e información al público, que son insuficientes. El costo que en lo adelante representará la educación a los contribuyentes es importante, y si esta asignación que en principio pretende favorecer a ese Ministerio se desea mantener, este se debe asegurar de que la percepción pública no degenere en entender que el 4% es un barril sin fondo y que todo el respaldo político del que ahora goza se desmorone.

 No es razonable esperar que luego de casi duplicar su presupuesto en apenas 1 año, el Ministerio de Educación pueda presentar e iniciar la ejecución de proyectos de forma espontánea como para cubrir toda esa suma, sin que ello degenere en un caos institucional y un despilfarro de recursos. Ni el Ministerio debe apuntar a ello, ni la insistente sociedad civil exigirlo si todo esto del 4% ha de conservar su credibilidad.

 El reto detrás del 4% para la educación nunca fue conseguir su asignación efectiva, para eso bastaba subir más los impuestos y asignarlo, lo difícil será gastarlo de forma tal que no represente pérdidas enormes para el Estado y sus contribuyentes en obras inútiles, sobreprecio de servicios o desvío inapropiado de recursos, y que peor aún, no sirva para reducir las importantes deficiencias de la calidad de la educación dominicana.

 Tomará unos 10 años determinar los resultados de estas inversiones con mayor precisión. Quedará esperar que, luego de las docenas de miles de millones de dólares gastados, estos se puedan ver reflejados con mejores calificaciones y mayor productividad laboral. Todo lo cual seriamente dudo que ocurra, de no ocurrir un cambio sensiblemente mayor a lo planteado hasta el momento.

El Nacional

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