Opinión

Bla-bla-bla

Bla-bla-bla

El primer gabinete de relaciones públicas (RRPP) del Siglo XX, fue creado en 1904 por Ivy Lee (1877-1934), considerado como el padre de esta disciplina perteneciente a la Publicística, a través de utilizar los medios de comunicación —principalmente los diarios— para vender las bondades de personajes y corporaciones. Su fama provino del manejo de la imagen de John D. Rockefeller.

Lee fundó en 1906 en Nueva York, junto a George Parker, la agencia Parker & Lee, la primera empresa de RRPP del mundo. Pero fue Edward Bernays (1891-1995), nacido en Viena e hijo de Ely Barnays y Anna Freud, hermana de Sigmund, quien hizo florecer este nuevo branch de las comunicaciones. Además de publicitario, Barnays fue periodista, e instaló un “Consejo de RRPP”, que abrió las puertas de esta disciplina a la Publicística.

La revista Life consideró a Barnays una de las 100 personas más influyentes del Siglo XX, tras la publicación de su libro “Cristalizando la opinión pública”,
Pero fue Lee quien explicó que “todos los movimientos tácticos y estratégicos debían ser amplificados socialmente”, instalando la famosa frase: “¡Hacerlo bien y darlo a conocer!”, llegando a la conclusión de que la política de “secreto y silencio” comenzaba a perder actualidad.

Ivy Lee también lanzó otra gran profecía en 1913: “Las grandes empresas y proyectos solamente podrán subsistir y progresar si explican al público y en primer término a su personal, cuál es su papel y su utilidad en la comunidad local, regional y nacional” (“Declaración de principios”). A partir de esta declaración el pragmatismo y las secuencias del progreso que siguieron a la Primera Guerra Mundial crearon el poderoso eco industrial norteamericano que aún resuena en nuestros oídos.
Esto lo apunto porque en las estrategias del gobierno peledeísta las RRPP se están utilizando, no sólo como un medio para vender su moral y trayectoria, sino como un escudo griego para defenderse, comprar y vender, olvidándose del principio primario de las RRPP creadas por Lee, que es un “¡hacerlo bien y darlo a conocer!”, que debe contener los valores morales del emisor. O sea, las RRPP no pueden utilizarse para transferir nociones carentes de veracidad, ya que vulneran ese “ethos” que aplicó Aristóteles en su “Retórica”, donde el discurso debía ornamentarse de una alta moral.

En sus argumentos, el gobierno —para defenderse a través de las RRPP— utiliza mecanismos alejados de la persuasión y, contrarios a ésta, disuaden y convierten en “pathos” lo comunicado, tras la utilización de medios y locutores carentes de veracidad, a los que el pueblo llama “bocinas”.
Un claro y trágico ejemplo de esta contradicción comunicativa de las RRPP del gobierno, es que mientras se vociferan inauguraciones y arreglos de hospitales, se hacinan y mueren niños recién nacidos en estos centros, por falta de incubadoras.
Sin una estrategia de comunicación, en donde el enunciado de Ivy Lee de “decir la mejor verdad, de la mejor manera y en el mejor momento”, las RRPP del gobierno se convertirán en bla-bla-bla.

El Nacional

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